Palabras abriendo puertas, asomándose a balconadas para emprender el vuelo. Por un mapa de estrellas tras la dulce claridad. Cada día es un estreno, una aventura más para no perder la brújula de la ilusión. Ahí nace la razón de la palabra, la de ser latido en el caos, la llave para desatar nudos emocionales. Y así ser compañía... porque nacemos para llenar soledades ajenas. En la poética de Ricardo Fernández Moyano lo relevante es salir del ego, escapar del escondite y escuchar y escucharse en la mirada de los otros. Mirada nunca inquietante, siempre alentadora de geografías desconocidas. Con la actitud hospitalaria de nuestra energía afectiva nos desprendemos y renacemos. Como si el cierzo renovador que siempre me devuelve a la Zaragoza simbólica de Ambos Mundos-Plaza España-Gambrinus-, la que siempre me reta a la aventura narrativa a la que pronto acudiré desplegara el eco añorado para el espacio que suena. Escuchemos al silencio como en los Rituales de identidad de Ricardo; desde el silencio avanza la orquesta sinfónica y como escribí con Michel Conte, no "necesitamos a cien músicos para saber los secretos que hay en ti". La palabra busca hogar después del frío en la memoria de la armonía recobrada, de esa melodía que flota comos sugiere Argullol, tras la hojarasca. Ahí se cita la paz reflexiva de quien amplía las geografías del alma activa. Ricardo sabe transparentar lo invisible. Anuncio de lo oculto que no impide el eterno presente de la luz, cruzando túneles como evocaba en su cita de Javier Salvago en Transparencias.
El bosque no nos perturba. Somos magia y misterio y sí, podemos encontrar oro en las ruinas.Para eso necesitamos -como sugiere Ricardo al hilo de Antonio Colinas-, quietud-mansedumbre y reconocer a los desconocidos que nos habitan y rescatar así la clandestina ternura. En enero de 2010 titulé en Ecocentro-Madrid uno de mis encuentros de creación afectiva. El beso que te adivina-la luz que te desvela-el amor que te nombra. Ahí encontró Ricardo motivo de inspiración. Quedarse en la mirada, viajar por la ciudad de sus ojos para alcanzar el abrazo fundacional, el regreso al origen. Ritmo y brillo a las palabras como sugiere José Hierro, ecos de Cántico para descubrir el tobogán que nace entre las sílabas. Búsqueda de la esencia que Ricardo emprende en su viaje hacia la depuración de lo superfluo. No hay fuga mas que de los laberintos de la desolación. Abrazo cálido a la luz de la luna en la mirada del niño que aún se fascina ante el templete. Junto recordamos la canción que escribí con Hilario Camacho, Sin decir adiós, a la que Ricardo dedica un poema. Espectáculo de la vida que eternamente nos acompaña, aventura de escribir. Seguiremos escuchando violines en la niebla, asomándonos a las balconadas del porvenir.
Carlos Villarrubia
Carlos Villarrubia: Periodista, escritor, letrista y autor multimedia.
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