viernes, 23 de abril de 2010
Poema XLII
MADRID
Madrid es un lobo hambriento
con ojos que devoran siglos
en un latido unánime
de muros, jardines y sueños.
Aquí habita el oro y el mendigo
el poeta, el mártir y el villano
en una mezcla de ruido y llanto,
amor, lealtad y miseria.
Hay tanta luz en sus calles
que casi deslumbra al viajero.
Nacer aquí es un gozo,
morir un privilegio.
Este poema ha sido incluido por mi amigo Carlos Villarrubia en su libro "Ciudad de ciudades" dedicado íntegramente a Madrid.
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lunes, 19 de abril de 2010
Miedo al papel en blanco
NORTE DE CASTILLA, marzo de 2010
Hilario Tundidor afirma que el verdadero escritor «no tiene miedo al papel en blanco, lo devora»
A. F. | ZAMORA.
El poeta Jesús Hilario Tundidor (Zamora, 1935) aseguró ayer que el verdadero escritor no tiene miedo al papel en blanco y, al contrario, «lo devora». Fue durante la conferencia y el recital poético que ofreció a alumnos de segundo de Bachillerato del instituto Maestro Haedo de Zamora. La actividad estuvo organizada por el departamento de Lengua y Literatura del instituto, con financiación del Ministerio de Cultura a través de
El poeta afirmó que para un escritor es fundamental tanto la experiencia vital como la intelectual y la emocional.
En su opinión, no hace falta entender la poesía para interesarse por ella, ya que «desde mi ideología creadora pienso que lo importante es la lectura del poema dejándose arrastrar por el lenguaje en que se nos presenta». Un poema vale en tanto en cuanto emociona, ya que lo importante es el receptor de esa lectura.
También dijo desconfiar de la poesía que se presenta con «un mensaje absolutamente legible», al considerar que «el hecho poético debe de demostrar que lo común de la vida es la mayor entrega, el conocimiento de los sucesos existenciales». Agregó Hilario Tundidor que «trascender los significados a la emoción es para mí lo más importante».
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domingo, 11 de abril de 2010
Poema XLI
Mira
la vida
pasar entre
dedos dormidos
como gotas de agua
o arenas movedizas,
caen al suelo y se pierden
entre los matojos del bosque.
De sus ojos, que ya no son jóvenes,
sus lágrimas bajan como torrentes
en la negra noche de los tristes,
en los romos filos del alba.
Nadie escucha el eco lento,
su soterrada voz
no callará más
y sólo busca
el silencio,
la calma,
esa
luz.
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