ADN, septiembre de 2008
S.O.S. por la literatura universal
Los traductores reclaman mejoras en su situación laboral. A lo largo de los últimos años ha habido avances, pero también retrocesos, y recuerdan que sin ellos muchos no podríamos leer a los grandes autores
Carmen Álvarez
"Sin la labor de los traductores, no existiría la literatura universal". Así de tajante se mostraba la semana pasada el escritor Luis Alberto de Cuenca en el III Encuentro de Traductores y Escritores. Un grito reivindicativo de una labor que, según denuncian muchos miembros del gremio, pasa por horas más que bajas.
La demanda no es nueva. Salarios mínimos, plazos ridículos y encargos al más barato. Algunos profesionales lo tienen claro y prefieren decantarse por la traducción empresarial o técnica, más lucrativa que la literaria. Los que se mantienen, se quejan.
Una de las críticas más repetidas es el precio por página traducida o lo mucho que las editoriales tardan en pagar cada traducción. "Las tarifas llevan estancadas desde hace años y, en muchos casos, antes te pagaban por folio mecanografiado pero ahora lo hacen por número de caracteres, lo que provoca que se salga perdiendo alrededor de un 20%", explica Blanca Ortiz, traductora del danés de volúmenes como La caída del rey (Johannes V. Jensen).
Tampoco es nuevo que algunos editores prefieren hacer un sondeo para ver cómo están las tarifas o los plazos de de cada uno. Por supuesto, el más rápido y barato es el que tiene más opciones, como en toda ley de oferta y demanda que se precie. En algunas editoriales, además, se ha eliminado la figura del corrector de estilo, lo que también repercute, para mal, en la calidad del producto.
¿Respeto al original?
Leemos a Goethe, a Ovidio, a Shakespeare o a Auster y Pamuk, ¿pero quién nos asegura que lo que leemos es digno del original? Como expresaba en un artículo reciente Javier Marías, que durante muchos años fue traductor, "hoy hay muchos que creen estar al día y haber leído a los mejores autores extranjeros, cuando lo único que han leído es un burdo simulacro, patoso y lleno de infidelidades y errores, de lo que originalmente escribieron".
Por todo ello, las asociaciones de traductores proporcionan tablas de tarifas mínimas. Un mínimo que en muchos casos no se cumple y que se organiza atendiendo a diferentes variables. Los peor pagados son los de inglés y lenguas romanas. Los que mejor cobran son los de lenguas orientales.
Según la tabla que propone la ACEtt (la Sección Autónoma de Traductores de Librosde la Asociación Colegial de Escritores de España), un traductor del inglés debería encargarse de alrededor de una media de seis libros de 300 páginas al año para ganar en torno a 1.500 euros al mes. Ortiz, que compagina su labor con la docencia, insiste en que esto es más de lo que cobran muchos por trabajos similares.
Media sonrisa
Pese a todo, algunos traductores como Carlos Milla Soler defienden que a lo largo de estos últimos años hay motivos para alegrarse en el campo de la traducción. "Se ha formalizado como profesión, han aparecido trámites como el contrato o la Ley de Propiedad Intelectual, existen mejores diccionarios, los trabajos son más precisos...", enumera este traductor de John Le Carré, Salman Rushdie o John Irving.
Reconoce que los dos extremos conviven, esto es, los defensores de la importancia de una buena traducción y aquellos que sólo buscan abaratar costes aunque eso suponga reducir la calidad. Pero eso, tampoco es reciente. "Hace veinte o treinta años, ya se oía esto y había editoriales que prestaban poco atención a la traducción".
Algunos encuentran en las pequeñas editoriales un soplo de aire fresco. Impedimenta, Nórdica o Periférica dan peso especial a los traductores. Su valor está en la diferenciación, en la calidad, en el cuidado de cada detalles y su objetivo, como sintetiza Enrique Redel, director de Impedimenta,es ofrecer "obras que se lean, que se disfruten y que se guarden". Por eso, algo tan importante como la traducción no puede pasar por alto.
La situación mejora también con determinados autores y pesos pesados de las letras. "A veces el agente del escritor pide el curriculum y los datos del traductor y hace un seguimiento", explica Milla. En otros casos, es el temor a la crítica el que hace que se cuide más esta labor.
Son pequeños logros pero no consiguen colocar a esta figura en el lugar que debiera. Desconocidos en la mayoría de los casos, mal pagados o ninguneados, suya es la responsabilidad de que podamos leer en castellano a grandes y pequeños autores. Los poetas Antonio Colinas y Antonio Pereira pedían la semana pasada en el mismo encuentro que Cuenca que se le diese un estatuto de creativo. La demanda no debe ser desoída. Sin traductores, no hay literatura universal...
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