EL PERIÓDICO, mayo de 2008
Gran bisutería literaria
JORDI Puntí
Con un cucharón en la mano, uno de los chicos abría una olla humeante. A su lado, otro gritaba a sus compañeros: "Sopa y asado de tortuga a punto, caballeros". Se llamaban Garnet, Baxter, Service, y eran los protagonistas de Dos años de vacaciones, la novela de Julio Verne. Habían naufragado y estaban en una isla, desamparados y con una envidiable sensación de libertad. O bien esa imagen congelada de Michel Strogoff, también de Verne, cuando los esbirros del emir intentaban dejar ciego al correo del zar, por espía, quemándole los ojos con la hoja de una espada al rojo vivo (¡pero las lágrimas por su madre le salvarían!). O ese otro momento, cuando David Copperfield, el héroe de Charles Dickens, gritaba "¡Estamos perdidos!" y se caía del bote al agua, en un océano encrespado que lo engullía quizá para siempre...
Tengo en mi retina cientos de viñetas de la colección Joyas literarias juveniles, esas adaptaciones clásicas en tebeo que publicó en los setenta Bruguera. Como muchos niños de mi época, crecí leyendo y mirando --y releyendo y remirando hasta la obsesión-- esas versiones tan simplificadas como trepidantes. Deseaba tener las paperas para que me regalaran nuevos títulos. Con un amigo jugábamos a sabernos la lista de memoria. Había más de 200. "El número 11..." Respuesta: "¡Rob Roy, de Walter Scott!". "¡El 87!" "¡Botín de saqueo, de Karl May!"
Hace unos meses, en esta misma columna, Rafael Tapounet nos hablaba de las portadas que dibujaba Antonio Bernal para esos tebeos. Ahora podemos revivirlas porque Bruguera ha decidido recuperar la colección. Robinson Crusoe y Los tres mosqueteros están entre los primeros títulos reeditados. En estos tiempos de píxeles y videojuegos hiperrealistas, puede que a los más jóvenes estos dibujos les parezcan baratos como la bisutería. Y quizá lo sean, pero yo les invitaría a verlos y leerlos bajo otro prisma. Me vino la idea el otro día en el cine, viendo Be kind, rewind, la película de Michel Gondry. Las adaptaciones de Bruguera eran como esas filmaciones en vídeo casero que hacen los protagonistas. Sus versiones de películas como Los cazafantasmas o Robocop son torpes, sí, pero su mérito es que reflejan sobre todo la pasión de contar historias, a cualquier precio.
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