domingo, 29 de junio de 2008

El relato


EL PAÍS, mayo de 2008



Kjell Askildsen "Los relatos deben ser una minúscula obra de arte"

El autor de Desde ahora te acompañaré a casa crea un mundo de naufragios emocionales para provocar desasosiego


WINSTON MANRIQUE SABOGAL


La felicidad es un cubito de hielo en verano: anhelado, de engañosa transparencia, con un poder guardado en sus miles de agujas hipnotizadoras y que apenas puede tenerse tres segundos en la boca porque quema. Sólo queda morderlo. Craaack... Destruirlo. Disfrutarlo. Añorarlo.

Es el mundo contemporáneo que refleja el noruego Kjell Askildsen (Mandal, 1929) cuando se sienta en su escritorio a escribir a mano sus historias, custodiado por una cerveza o una copa de vino. Y no tanto para bebérselas, sino más bien como comparsas. Benditas compañías que en 55 años de escritura lo han llevado a ser considerado uno de los escritores más importantes de Noruega, mientras su nombre avanza entusiasta por Europa. Sólo ha escrito diez libros, casi todos de relatos; tres de ellos editados en España: Un vasto y desierto paisaje, Últimas notas de Thomas F. para la humanidad y Los perros de Tesalónica (todos en Lengua de Trapo) y reunidos ahora en Todo como antes (Debolsillo). Askildsen ha presentado en Madrid, su cuarto libro en España: Desde ahora te acompañaré a casa (Lengua de Trapo). Un regalo para conocer sus orígenes. Fue el primero en 1953.

Hace once años que nada de lo que escribe lo convence. La creación se le resiste como hace él mismo con las entrevistas, porque, aunque es traductor de inglés, sólo las contesta en noruego al considerar esencial expresar en su lengua materna lo que realmente quiere decir. Así es que ni por teléfono ni por internet. Accede a recibir las preguntas por la red con la condición de que alguien de su editorial noruega, Oktober, se las formule como si fuera una entrevista clásica. Después la pasa al español la traductora de sus libros, Kirsti Baggethun.

Kjell Askildsen se sabe un hombre de pocas palabras. O mejor: de precisas palabras. Un buscador de sus secretos que ha descubierto que ellas no necesitan adornos para mostrar lo que se quiere expresar. Como sus libros. Que no es lo mismo que decir minimalista, como lo han etiquetado algunos. "Tal vez sea lo que más me irrita", reconoce, "puede que haya colecciones de poesía que encajen dentro de una denominación de ese tipo, en las que no pone nada de nada. Pero yo no soy para nada minimalista, si lo dicen protesto. Nunca escribo menos de lo que tengo que decir".

De ahí que hace once años no haya encontrado nada nuevo que publicar. Entró en un silencio muy a su pesar; aunque por las noches no ha dejado de coger su bolígrafo y escribir en compañía de su cerveza o la copa de vino; pero al final nada le gusta. "He escrito algunos principios, pero llego a un punto desde donde ya no puedo continuar. Dejo lo empezado aparte, lo vuelvo a sacar, pero no consigo continuar. No sé por qué, pero tengo que estar allí, tengo que tener que escribir, pero no puedo. Quiero, pero no puedo". Cree que la edad de la jubilación laboral también alcanza a los escritores, y él ya se acerca a los 80 años.

No importa. Su mundo ya está creado, y es como adentrarse en los cuadros de Edward Hopper. El lector completa la historia de silencios, soledades, esperas, desasosiegos, frustraciones, dudas, desencantos y siente el aire de la desgracia recién huida o a punto de abatirse como una tormenta que adelanta vientos olorosos a barro.

Y bajo esos cielos, seres incapaces de expresar lo que sienten, ansiosos por buscar la felicidad y que sobreviven con sentimientos naufragados. Y en mitad de ese descampado, las relaciones familiares, las parejas acechadas por la rutina, el tedio. "En el fondo, es de lo que escriben todos los autores".

Para Askildsen lo importante en el arte no es el contenido sino la forma. "Si el texto va a resultar merecedor de ser leído, es la forma la que lo hace merecedor de ser leído, lo que yo he cultivado como autor es la forma". Con una prosa sincopada, de acuerdo a una de las palabras del prólogo-diccionario con que el escritor Julián Rodríguez presenta al narrador en Todo como antes.

¿Por qué no escribo sobre el mundo, la situación mundial o las guerras?, se pregunta. "Contestaré que sí lo hago. Porque el mundo está consignado en los relatos. Tal vez sea una afirmación algo fuerte, pero es mi opinión, de la misma manera que el mundo está consignado en mí. Soy políticamente consciente, también porque escribo sobre lo que hago. Escribo sobre nuestra época, sobre el espíritu de esta época, sin decirlo con palabras, quiero decir".

Lo importante para él "es conseguir que el lector muerda el anzuelo y eso es un proyecto artístico. El cometido del autor es hacer leer al lector. No se tiene el derecho a esperar algo del lector. Si consigues que él muerda el anzuelo, también hay que subir el pez del agua. Y entonces mi intención es que el lector en cierta manera sea sinónimo del pez que llega a tierra y se queda coleando y que no necesariamente se lo pase muy bien. Yo deseo crear desasosiego. No me gusta un relato que no crea desasosiego".

En su mundo las emociones se conjugan en futuro. Las frustraciones en presente. No hay juicios. Describe. Cuenta.

Es la felicidad en un cubito de hielo en verano: buscarlo, triturarlo antes de que queme, disfrutarlo. Añorarlo. ¿Es el precio del bienestar?

Prefiere insistir en la forma literaria que adquiere lo que relata. Recuerda que él no dice demasiado sobre aquello que no tiene que ver con el argumento del lenguaje. Es un estilo impersonal, y no escribe sobre él mismo. Salvo una vez. Fue en 1983 con Últimas notas de Thomas F. para la humanidad. "Un capricho literario, resultado de las circunstancias. Me fui a Grecia para terminar el primer episodio de Thomas F., el que se llama 'Ajedrez'. Y me rompí la pierna y me quedé acostado sobre un colchón en un patio trasero. Tenía varias historias que contar, en el mismo estilo del primer relato, sentí necesidad de hablar un poco de mí mismo y de cómo pienso. Por lo demás, procuro no dejar claro cuál es mi intención con el relato, más allá de que deban actuar como un conjunto en sí y cumplir con el propósito del relato, es decir, ser una minúscula obra de arte".

Eso lo ha convertido en uno de los maestros del cuento contemporáneo. ¿Por qué le atrae esa forma? "Seguramente tiene que ver con que escribo despacio y que no soy épico, soy de vía estrecha. Jamás sería capaz de escribir un relato que fuese tan largo como un libro entero. Habría tenido que terminar antes para que no entrasen motivos laterales. Cuando escribo sólo hay una historia que se desarrolla, y ésa es el relato".

Ernest Hemingway fue clave para su vida de escritor. También Alain Robbe-Grillet y Claude Simon, quien le inspiró en 1969 la novela Entorno, que considera uno de sus mejores libros. "Uno se hace escritor leyendo y entendiendo lo que puede hacer la lectura para las personas. Yo viví cómo la literatura se convirtió en lo más importante de mi vida estando en el instituto. También tendrá que ver con que uno no se maneja muy bien en la vida, no soy un ser social, no tengo un espíritu muy emprendedor. Uno tiene necesidad de comunicar que no se consigue aprovechar debido al tipo de persona en la que se ha convertido, alguien que busca la soledad y a quien en general la soledad le gusta, pero que también tiene aspectos de lo que a uno le falta. Entonces hay que hacer algo para salvar la imagen que uno tiene de sí mismo, para mí ese algo fue la literatura".

Sin dejarse embaucar por la vanidad de publicar. "Sólo puedo escribir cuando puedo escribir. Hay un largo tiempo de espera hasta que llegue el principio de una historia, aparece en mi cabeza una imagen que tengo que anotar. En ese momento no sé cómo se va a desarrollar el relato, pero lo hace en virtud de lo que ya he escrito. Si las últimas frases del día anterior no resultan satisfactorias, las borro y continúo desde donde me parece bien. No soy ningún crítico (literario), soy un hombre sin estudios, no poseo ninguna de las palabras necesarias para decir por qué algo es bueno. Pero la literatura es el único punto en mi vida en el cual tengo la sensación de estar seguro de mí mismo. Ésa en sí es una buena razón para escribir. Hay algo muy satisfactorio en producir algo que sabes, mientras lo haces, que va a ser bueno, y que, cuando lo has acabado, sabes que es bueno. Entonces no se puede negar que la vida se vuelve un poquito más pobre cuando uno ya no consigue esto".

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