ABABOL, 28 de febrero de 2009
Sánchez Rosillo: «Es la poesía la que crea al poeta»
En su libro, ‘Oír la luz’, expone su mirada «sobre un mundo, más proclive a la alegría» Han pasado treinta años de Maneras de estar solo, su primer libro, por el que recibió el Premio Adonais. Ahora, no como celebración, sino como un modo natural de seguir expresando su ‘artesanía’ y sus emociones poéticas, Tusquets Editores publica Oír la luz, el último libro de un poeta tan profundo y admirado como Eloy Sánchez Rosillo. En el largo trasiego de ese tiempo, entre lo primero y lo último, otros cinco libros marcan la trayectoria de quien ha variado su forma de ver las cosas. La elegía y el desasosiego iniciales han dado paso a la celebración, a la alegría y a la aceptación del mundo que nos rodea, pese a sus injusticias y a sus necesidades de mejora.
-¿Por qué eso de Oír la luz, con lo difícil que debe ser?
-Es difícil aparentemente; pero si se escucha con atención, no lo es tanto. Y, sobre todo, cuando yo la oía, que era niño, en el campo, mirando por la noches el cielo, en aquel silencio extraordinario, de esos que ya no existen, y en la oscuridad total de un campo sin luz eléctrica, sin contaminación lumínica de ningún tipo. Entonces, al mirar hacia arriba era sencillísimo escuchar la luz. El título es el de uno de los poemas incluidos en el propio libro, que trata de todo esto precisamente. Pero también está puesto, para aclarar, de alguna manera, que la poesía y las cosas que importan en el mundo son algo a lo que podríamos llamar oír la luz.
-Quizá sí, pero a quienes no somos poetas estos títulos nos parecen irreales y enrevesados.
-Hay poetas que buscan títulos enrevesados, pero este es sencillímo. Creo, además, que no sólo el poeta, sino también todo ser humano que sepa escuchar puede oír la luz, porque es algo que está al alcance de cualquiera.
-¿Lo que ha pretendido con este libro ha sido ampliar su manera de expresarse, mostrar nuevos sentimientos, nuevos descubrimientos...?
-Sí. Los libros de poesía son siempre como una ampliación de la mirada sobre el mundo. Expongo lo que, en realidad, yo he ido viendo, lo que he ido pensando de las cosas que me rodean o de mí mismo; de las personas que me son cercanas o, incluso, lejanas. En resumen, expongo lo que en los últimos años ha sucedido en mí, como poeta, y que no es más que lo que la poesía quiere que suceda.
-¿Le ha resultado difícil?
-Yo siempre digo que los libros de poesía se hacen a sí mismos, solos. El poeta lo único que hace es transcribir aquello que la poesía quiere decir, hacer que la poesía se convierta en un poeta concreto. nada más. El poeta es como un hilo conductor. No soy de esos poetas que se creen el centro del mundo y que son unos predestinados. Lo que hago sencillamente es transcribir y procurar que la poesía llegue al papel como poema.
-¿El libro está hecho a base de poemas de una época concreta o de un tiempo indeterminado?
-Incluye poemas escritos en los últimos años, desde que terminé el libro anterior hasta que concluí los que en este libro se recogen. Además, están escritos en bastante poco tiempo, sobre todo, si tenemos en cuenta que en los últimos años he sido un poeta lento; pero, por una de esas cosas que suceden, como si fuesen un tanto misteriosas, es un libro que se ha llenado muy rápidamente. En dos o tres rachas he escrito bastantes poemas, y así se ha completado. Es algo que no me había sucedido nunca. Es también mi libro más amplio, con sesenta y siete poemas.
-¿Quiere decir que en el resto de tiempo no le ha llegado la inspiración?
-Bueno, sí. Ha sido una suerte, que me haya aislado bastante en mi casa del Puerto del Mazarrón. Cuando me meto allí, no sé qué me pasa, pero me cunde hacer poesía. Se desconecta uno de las mil solicitaciones que siempre tiene en la ciudad y las cosas van surgiendo sin esfuerzo y sin forzar la máquina de la poesía. Cuando ella quiere. Ha pasado algo que para mí es bastante extraño, porque, sobre todo en los últimos años soy un poeta más lento.
-A la hora de hacer una crítica, al entendido se le suele ir la mano, en disparatados elogios. ¿El más disparatado sobre su poesía?
-Al crítico siempre se le va la mano, en el elogio o en la opinión negativa; pero, por lo general, el crítico se entera poco. Lo que dice tiene poco que ver con lo que hay. Sí, me han dicho disparates en las críticas bienintencionadas y malintencionadas, pero la verdad es que no puedo decir ninguno, porque se me olvidan pronto.
-Eso de que Eloy Sánchez Rosillo es uno de los mejores poetas europeos...
-Eso... Yo creo que no hay que medir a los poetas como a los corredores de los cien metros lisos. Y tampoco creo que ninguno de esos críticos que te pueda calificar como el mejor poeta de España pueda conocer a todos los poetas de España, y ni siquiera a los de su barrio.
-Cuando se es un buen poeta, ¿se corre el peligro de que uno sea incapaz de superarse?
-Siempre hay que escribir con una humildad que te impida creerte el centro del mundo. Ya he dicho antes que para mí el poeta es sólo el hilo conductor, no el que crea la poesía; al revés: es la poesía la que crea al poeta.
-Pese a esa limitación, ¿cree que el poeta también debe buscar nuevas rutas o seguir la que tiene trazada desde un principio?
-Yo creo que debe existir variedad. Si se escribe la poesía con autenticidad, lógicamente va evolucionando. A la vez que el poeta evoluciona como persona, la mirada sobre el mundo es distinta. Siempre, las obras de un mismo creador tienen como una huella digital. Sabemos si es un creador auténtico, incluso aunque vaya sin firma. Pensemos en un cuadro de Ramón Gaya. Sabemos que es de este autor, pero si se ve la obra de ese creador auténtico y se considera en períodos amplios de tiempo, cualquiera percibirá una evolución constante. No se trata del mismo hombre y del mismo poeta el que ha escrito este Oír la luz y Maneras de estar solo, que fue mi primer libro de poemas.
-¿Cuál es la diferencia más acusada entre este y los demás?
-La diferencia o la novedad, entre comillas, que presenta este libro es la manera que ahora tengo más celebrativa de mirar las cosas del mundo. Siempre se me ha considerado un poeta elegiaco; y es cierto que en mis primeros libros, había una tendencia o una mayor cantidad de poemas de ese tono; pero en los últimos años, por evolución natural mía, que ya se apuntaba en el libro anterior y que en este se desarrolla del todo, creo que la mirada que ahora tengo sobre las cosas es más esperanzada, más optimista, más proclive a la alegría.
-¿A qué se debe el cambio?
-A que, cuando uno es joven, seas poeta o no, y, curiosamente, estando en el momento que consideras más pleno, tiende uno más a la melancolía. De adolescente, uno le pide absolutos al mundo, pero como no te los da, te sientes como defraudado, porque la vida no es como la esperabas. Después, cuando corre la edad, y también se espera un poco más de sabiduría, lo que sucede es que uno ya no pide al mundo lo que no te puede dar. Así se va aprendiendo optimismo, alegría, porque te das cuenta de que el mundo que tenemos, con todas sus limitaciones, es una maravilla, y sin ignorar las injusticias que hay, el mal que existe... El mundo está lleno de milagros cada día. Es entonces cuando uno dice que esto no está tan mal.
-Ha publicado siete libros. ¿Alguno le ha surgido de un modo más fogoso o más liviano?
-Siempre he procurado escribir con mi visión del mundo en cada momento, y con el deseo de expresarla de la manera más natural. No soy poeta al que le gusta hacer piruetas. Si el arte no es como la vida, hablamos de engañifa. Uno, si es poeta, tiene que tratar de escuchar lo que la vida dice, y lo hace de una manera natural.
- A propósito de las sucesivas ediciones de sus obras, hay correcciones de los poemas ya publicados. ¿Estaban mal escritos al principio o...?
-No. Es que un poema nunca termina de acabarse. En el momento en que se publica, atraviesa un estado que el autor considera el mejor en ese momento. Pero es inevitable, cuando se lee después, hacer correcciones, porque el paso del tiempo te lo distancia y ves en él cosas que la cercanía anterior te impedía ver. Por lo general, en mi caso, son correcciones de detalle, no que son capaces de cambiar el sentido o el sentimiento del poema. Es el mismo poema al que le quitas, como a una chaqueta, unas motas que le han caído encima con el tiempo.
-Su relación con Machado, con Jorge Guillén..., ¿es de admiración, de influencia...?
-Yo creo que un poeta tiene que conocer su tradición; o sea, conocer toda la poesía que se ha hecho antes de él. Un poeta debe intentar conocer a los grandes poetas y tratar de aprender algo de ellos. En la tradición de la poesía española hemos tenido la suerte de contar con muy grandes poetas. Antonio Machado es para mí uno de los poetas más importantes en cualquier época, hondísimo y extraordinario. Jorge Guillén, aún admirando su modo cristalino de ver el mundo, me parece aséptico de más. La poesía debe tener emoción; si no te conmueve es una poesía de segundo orden. La poesía de Guillén está muy bien construida, no nacida, y me parece fría y carente de emoción en muchas ocasiones. Eso no quiere decir que no sea un gran poeta dentro de su cuerda.
-También aparece en el libro su devoción incuestionable hacia el pintor Ramón Gaya.
-Le dedico un poema. Es que un poeta no solo aprende y se alimenta de la poesía; también, de cualquier aspecto de la vida, de la música, de la pintura, de los pensadores... Ramón Gaya fue para mí alguien fundamental, como amigo, durante más de veinticinco años, y como creador. Era, a mi modo de ver, una de las cabezas más completas que he conocido. No solo era pensador, sino un creador como la copa de un pino. Para mí es el único maestro que yo conocí, y que admito como tal. Pocas cosas me habrá hecho más bien que el trato constante con él y con su obra.
.
-¿Por qué eso de Oír la luz, con lo difícil que debe ser?
-Es difícil aparentemente; pero si se escucha con atención, no lo es tanto. Y, sobre todo, cuando yo la oía, que era niño, en el campo, mirando por la noches el cielo, en aquel silencio extraordinario, de esos que ya no existen, y en la oscuridad total de un campo sin luz eléctrica, sin contaminación lumínica de ningún tipo. Entonces, al mirar hacia arriba era sencillísimo escuchar la luz. El título es el de uno de los poemas incluidos en el propio libro, que trata de todo esto precisamente. Pero también está puesto, para aclarar, de alguna manera, que la poesía y las cosas que importan en el mundo son algo a lo que podríamos llamar oír la luz.
-Quizá sí, pero a quienes no somos poetas estos títulos nos parecen irreales y enrevesados.
-Hay poetas que buscan títulos enrevesados, pero este es sencillímo. Creo, además, que no sólo el poeta, sino también todo ser humano que sepa escuchar puede oír la luz, porque es algo que está al alcance de cualquiera.
-¿Lo que ha pretendido con este libro ha sido ampliar su manera de expresarse, mostrar nuevos sentimientos, nuevos descubrimientos...?
-Sí. Los libros de poesía son siempre como una ampliación de la mirada sobre el mundo. Expongo lo que, en realidad, yo he ido viendo, lo que he ido pensando de las cosas que me rodean o de mí mismo; de las personas que me son cercanas o, incluso, lejanas. En resumen, expongo lo que en los últimos años ha sucedido en mí, como poeta, y que no es más que lo que la poesía quiere que suceda.
-¿Le ha resultado difícil?
-Yo siempre digo que los libros de poesía se hacen a sí mismos, solos. El poeta lo único que hace es transcribir aquello que la poesía quiere decir, hacer que la poesía se convierta en un poeta concreto. nada más. El poeta es como un hilo conductor. No soy de esos poetas que se creen el centro del mundo y que son unos predestinados. Lo que hago sencillamente es transcribir y procurar que la poesía llegue al papel como poema.
-¿El libro está hecho a base de poemas de una época concreta o de un tiempo indeterminado?
-Incluye poemas escritos en los últimos años, desde que terminé el libro anterior hasta que concluí los que en este libro se recogen. Además, están escritos en bastante poco tiempo, sobre todo, si tenemos en cuenta que en los últimos años he sido un poeta lento; pero, por una de esas cosas que suceden, como si fuesen un tanto misteriosas, es un libro que se ha llenado muy rápidamente. En dos o tres rachas he escrito bastantes poemas, y así se ha completado. Es algo que no me había sucedido nunca. Es también mi libro más amplio, con sesenta y siete poemas.
-¿Quiere decir que en el resto de tiempo no le ha llegado la inspiración?
-Bueno, sí. Ha sido una suerte, que me haya aislado bastante en mi casa del Puerto del Mazarrón. Cuando me meto allí, no sé qué me pasa, pero me cunde hacer poesía. Se desconecta uno de las mil solicitaciones que siempre tiene en la ciudad y las cosas van surgiendo sin esfuerzo y sin forzar la máquina de la poesía. Cuando ella quiere. Ha pasado algo que para mí es bastante extraño, porque, sobre todo en los últimos años soy un poeta más lento.
-A la hora de hacer una crítica, al entendido se le suele ir la mano, en disparatados elogios. ¿El más disparatado sobre su poesía?
-Al crítico siempre se le va la mano, en el elogio o en la opinión negativa; pero, por lo general, el crítico se entera poco. Lo que dice tiene poco que ver con lo que hay. Sí, me han dicho disparates en las críticas bienintencionadas y malintencionadas, pero la verdad es que no puedo decir ninguno, porque se me olvidan pronto.
-Eso de que Eloy Sánchez Rosillo es uno de los mejores poetas europeos...
-Eso... Yo creo que no hay que medir a los poetas como a los corredores de los cien metros lisos. Y tampoco creo que ninguno de esos críticos que te pueda calificar como el mejor poeta de España pueda conocer a todos los poetas de España, y ni siquiera a los de su barrio.
-Cuando se es un buen poeta, ¿se corre el peligro de que uno sea incapaz de superarse?
-Siempre hay que escribir con una humildad que te impida creerte el centro del mundo. Ya he dicho antes que para mí el poeta es sólo el hilo conductor, no el que crea la poesía; al revés: es la poesía la que crea al poeta.
-Pese a esa limitación, ¿cree que el poeta también debe buscar nuevas rutas o seguir la que tiene trazada desde un principio?
-Yo creo que debe existir variedad. Si se escribe la poesía con autenticidad, lógicamente va evolucionando. A la vez que el poeta evoluciona como persona, la mirada sobre el mundo es distinta. Siempre, las obras de un mismo creador tienen como una huella digital. Sabemos si es un creador auténtico, incluso aunque vaya sin firma. Pensemos en un cuadro de Ramón Gaya. Sabemos que es de este autor, pero si se ve la obra de ese creador auténtico y se considera en períodos amplios de tiempo, cualquiera percibirá una evolución constante. No se trata del mismo hombre y del mismo poeta el que ha escrito este Oír la luz y Maneras de estar solo, que fue mi primer libro de poemas.
-¿Cuál es la diferencia más acusada entre este y los demás?
-La diferencia o la novedad, entre comillas, que presenta este libro es la manera que ahora tengo más celebrativa de mirar las cosas del mundo. Siempre se me ha considerado un poeta elegiaco; y es cierto que en mis primeros libros, había una tendencia o una mayor cantidad de poemas de ese tono; pero en los últimos años, por evolución natural mía, que ya se apuntaba en el libro anterior y que en este se desarrolla del todo, creo que la mirada que ahora tengo sobre las cosas es más esperanzada, más optimista, más proclive a la alegría.
-¿A qué se debe el cambio?
-A que, cuando uno es joven, seas poeta o no, y, curiosamente, estando en el momento que consideras más pleno, tiende uno más a la melancolía. De adolescente, uno le pide absolutos al mundo, pero como no te los da, te sientes como defraudado, porque la vida no es como la esperabas. Después, cuando corre la edad, y también se espera un poco más de sabiduría, lo que sucede es que uno ya no pide al mundo lo que no te puede dar. Así se va aprendiendo optimismo, alegría, porque te das cuenta de que el mundo que tenemos, con todas sus limitaciones, es una maravilla, y sin ignorar las injusticias que hay, el mal que existe... El mundo está lleno de milagros cada día. Es entonces cuando uno dice que esto no está tan mal.
-Ha publicado siete libros. ¿Alguno le ha surgido de un modo más fogoso o más liviano?
-Siempre he procurado escribir con mi visión del mundo en cada momento, y con el deseo de expresarla de la manera más natural. No soy poeta al que le gusta hacer piruetas. Si el arte no es como la vida, hablamos de engañifa. Uno, si es poeta, tiene que tratar de escuchar lo que la vida dice, y lo hace de una manera natural.
- A propósito de las sucesivas ediciones de sus obras, hay correcciones de los poemas ya publicados. ¿Estaban mal escritos al principio o...?
-No. Es que un poema nunca termina de acabarse. En el momento en que se publica, atraviesa un estado que el autor considera el mejor en ese momento. Pero es inevitable, cuando se lee después, hacer correcciones, porque el paso del tiempo te lo distancia y ves en él cosas que la cercanía anterior te impedía ver. Por lo general, en mi caso, son correcciones de detalle, no que son capaces de cambiar el sentido o el sentimiento del poema. Es el mismo poema al que le quitas, como a una chaqueta, unas motas que le han caído encima con el tiempo.
-Su relación con Machado, con Jorge Guillén..., ¿es de admiración, de influencia...?
-Yo creo que un poeta tiene que conocer su tradición; o sea, conocer toda la poesía que se ha hecho antes de él. Un poeta debe intentar conocer a los grandes poetas y tratar de aprender algo de ellos. En la tradición de la poesía española hemos tenido la suerte de contar con muy grandes poetas. Antonio Machado es para mí uno de los poetas más importantes en cualquier época, hondísimo y extraordinario. Jorge Guillén, aún admirando su modo cristalino de ver el mundo, me parece aséptico de más. La poesía debe tener emoción; si no te conmueve es una poesía de segundo orden. La poesía de Guillén está muy bien construida, no nacida, y me parece fría y carente de emoción en muchas ocasiones. Eso no quiere decir que no sea un gran poeta dentro de su cuerda.
-También aparece en el libro su devoción incuestionable hacia el pintor Ramón Gaya.
-Le dedico un poema. Es que un poeta no solo aprende y se alimenta de la poesía; también, de cualquier aspecto de la vida, de la música, de la pintura, de los pensadores... Ramón Gaya fue para mí alguien fundamental, como amigo, durante más de veinticinco años, y como creador. Era, a mi modo de ver, una de las cabezas más completas que he conocido. No solo era pensador, sino un creador como la copa de un pino. Para mí es el único maestro que yo conocí, y que admito como tal. Pocas cosas me habrá hecho más bien que el trato constante con él y con su obra.
.
7 comentarios:
Bueno, interesante entrevista, sé lo mucho que admiras a este poeta, espero que nos recomiendes "Oir la luz", que te lo empaparás enseguida...
Un saludo:
Puri.
Si Puri, ya sabes que lo considero mi maestro y el mejor poeta español vivo. Hace tiempo que me hice con "Oír la luz" y es una maravilla que mejora a su anteriro libro "La certeza" que parecía insuperable.
Un beso y gracias por tu visita.
Gracias por la entrevista
Leyendo la entrevista percibo la sencillez y humildad del poeta que nos recomiendas hoy. La forma cómo nos habla muestra un hombre grande en su sencillez. Y esas personas son imprescindibles siempre. A través de un modo de ver, de mirar el mundo nace la poesía, la prosa, la pintura. Pero sólo algunos logran que sus obras lleguen a ser maravillosas.
En el caso de ELOY sánchez Rosillo ya solo el título me gusta! Y si tú lo recomiendas debo leerlo. Ya lo anoté para buscarlo en la biblioteca. Gracias Ricardo.
Ricardo has cambiado la estetica de tu blog?
Me gustaba más el de antes, pero en el cambio está el gusto.
Gracia spor compartirnos a este poeta que te gusta tanto.
Un abrazo
Hola Ricardo: paso a decirte que anoche puse un enlace en mi blog.
Tu visita y tus palabras me animan a seguir. Un abrazo.
hermoso sitio....
pasare cada mañana..
un abrazo!!
Publicar un comentario