Vivió apartado de la vida
ovillado como crisálida
en solitario letargo,
alejado del mundo y las quimeras.
Un día de insospechada belleza
regresó del olvido para descubrir
la luz de las horas sin sol
en los amantes ojos de la noche.
Ya no había lugar a la tristeza,
halló en otras miradas el azogue
donde recobrar el reflejo de la suya,
y recuperar el tiempo perdido.
Conoció el amor, la ternura, el desamor,
la alegría, el desencanto, la violencia...
y en la soledad encontró compañía
para despertar de su torpeza.
Del libro inédito Riruales de identidad
3 comentarios:
Precioso poema, no se puede vivir fuera de la vida. Un abrazo
^-^¡Wao! una ¡joya! ¡Gracias por todo! ^-^
Gracias amigas por vuestras amables palabras
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