Ángel J. Aguilar, Ricardo Fernández, Frutos Soriano y Arturo Tendero |
"RITUALES DE
IDENTIDAD", es un poemario de madurez, en su máxima
dimensión. Cierto es, coincido con Arturo Tendero, que el poeta
evoluciona, persigues nuevos ahondamientos y plenitudes. En tu
entrega anterior, "La voz en la Memoria",
editado en 2009, ya se concretaba el excelente poeta que
transita contigo. En el que nos ocupa, vemos a un poeta desarrollando
una personalidad propia de quienes saben por dónde caminan en esto
que se llevan entre manos. El libro está perfectamente estructurado,
y todo él es una apuesta por la emotividad poética. Muy por encima
(este trabajo no es una crítica) conviene penetrar en las secciones
que vertebran esta entrega unitaria. Así, ya vemos en el poema
"Estrategia" como el poeta persigue la luz
de las palabras, por si el poema está, como vemos en el poema
inesperado "donde antes había hojarasca". Pero la
clave de esa búsqueda insistente de la luz la tiene el poema
"Gedichtè", tan brillante como breve. Llegados
a este punto, habría que decir que salvas con matrícula el
experimento dificilísimo de la brevedad. Enhorabuena por lo
conseguido. Páginas adentro, vamos hacia el encuentro de otras
tendencias (como la amorosa) que van sublimando y haciendo más
mollar el poemario, quizá porque cuando el amor florece "Se
hace hermosa la vida". Y todo se hace hermoso si se mira, si se
accede a la luz del que está viendo lo sentido, porque "Bajo el
céfiro/ de esta reseca piel/ se esconde/ un corazón en ascuas por
tu cuerpo". A una determinada altura de la edad, el tiempo vivido
nos enseña "a sobrevivir/ entre la luz de los escombros".
El hombre ha tomado conciencia de su temporalidad, y se entrega a la
acción de la memoria de la vida que fue, porque sabe que es el
tiempo quien nos lleva o nos devuelve a correr "tras las
palomas/ en parques de nostalgia". A fin de cuentas, "No
hay vida por detrás de los espejos", el ahora se esfuma y quizá
no haya después; pero antes hay que "Buscar refugio en soledad/
ante el reino de la impotencia,/ y encontrar el aliento necesario/ en
la quietud del eremita.
Todo el poemario presenta
un gran impulso, una acción espontánea del quehacer de
un poeta hecho, que sabe por donde conviene ir para darle a su
palabra emotividad y pureza constitutiva. En definitiva, estamos
ante un regalo sublime para el lector que se busca en la
lectura poética un lugar especialmente conmovedor.
Manuel Cortijo
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