jueves, 16 de abril de 2009

Ciudadano del lenguaje, huésped de las palabras

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ABC, 8 de marzo de 2009

CARLOS MARZAL_Poeta


«El poeta es un ciudadano del lenguaje, un huésped de las palabras»

MANUEL DE LA FUENTE | MADRID


Carlos Marzal es un poeta que se entrega en cuerpo y alma («Ánima mía» -Tusquets Editores-, abrasador y caudaloso libro), generoso con la causa de la lírica, que incendia el corazón y que nos convoca a una desbordante fiesta de los sentidos: «Ánima mía» se ve («¿cuántos podrán saber que hubo un verano?»), se huele («de ti libo /mi lenitiva rosa»), se toca («esta candente lava de estar vivo»), se oye («¿Qué constituye el llanto en una patria?») y se saborea («vivir es el perdón que nos brindamos»).

-Este libro desprende el aroma de haber sido escrito por alguien entregado a él en cuerpo y alma. ¿Qué rastro ha dejado en usted, ahora que ya está impreso?

- En el momento de la escritura, uno trata de depositar en lo que hace toda la fuerza expresiva de la que es capaz, su conocimiento de la tradición, su energía espiritual, y que de ello salga un buen poema, una urdimbre de palabras que aspira a la emoción estética. Pero después de escrito, un libro se convierte -al menos para mí- en algo fantasmal, ni propio ni ajeno.

-«Me curo de vivir en lo que escribo»: ¿vivir deja heridas que sólo la palabra, el arte puede curar?

-Estoy seguro de que la literatura es curativa, para los buenos lectores y los escritores. Lo que se escribe o se lee proporciona la impresión de que empieza a entenderse, y empezar a entender -o creerlo así- es el primer paso para enfrentarnos a los hechos del mundo.

-«Unos buenos zapatos son el mundo...» ¿Escribir es caminar? ¿Escribir debe ser siempre un viaje a lo desconocido?

-La metáfora del viaje es una de las más acertadas para definir la aventura de escribir. Como en el viaje, que siempre es impredecible, azaroso, imposible de domesticar, la escritura es el descubrimiento de la escritura misma a medida que se ejecuta. Si no me sorprendo a mí mismo en lo que digo, es porque no tengo nada que decir, nada que sorprenda al lector.

-Este libro se lee con el corazón, ¿hasta qué punto el poeta se deja el suyo propio en sus versos?

-El poeta debe dejarse el corazón en lo que escribe, pero el corazón del escritor debería ser una víscera con facultades distintas: necesita pensar, sentir, analizar, descartar, corregir.

-Este libro hace llorar y hace gozar, pero, sobre todo, asombra. ¿Ésa es una de los mayores exigencias que debe tener para usted la poesía, la de asombrarnos?

-Soy un eterno perplejo, el asombrado de todo. Creo que el arte debería hacernos sentir pasmo ante el milagro de la vida y a la vez volvernos capaces de amar todo aquello que nos pasma. Conocimiento y amor (que son, si bien se mira, dos palabras sinónimas).

-Alguien dividió el mundo en dos tipos de personas, las que creen en una tierra prometida y las que creen en un paraíso perdido. ¿Marzal con qué suspira?

-Suspira con melancolía por el hecho de saber que alguna vez habitó en el paraíso del que todos somos arrojados: la Arcadia de la niñez. Y aspira a una tierra razonable: con menos violencia, con menos desigualdades, con menos intolerancia. Soy amigo de lo posible y un descreído de lo utópico.

-Llanto, risa, melancolía, alegría, nostalgia, esperanza, ¿el poeta tiene muchas patrias?

-En efecto, todas esas son las patrias del poeta. Y aspira a compartirlas con su lector. Pero, por encima de todo, el poeta es un ciudadano del lenguaje, un huésped de las palabras. Las palabras constituyen su verdadera nacionalidad.

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1 comentario:

MarianGardi dijo...

Gracias Ricardo he leido por encima porque ahora tengo que cerrar el ordenador, prometo voolver y leer todo el árticulo.
No dejes de visitarme y darme tus consejos, te lo agradezco siempreeeeee
Estoy presentando mis trabajos a concursos
Besos