jueves, 26 de abril de 2018

Presentación de Carmen Aliaga en Huesca



En primer lugar, quiero daros la bienvenida a todos los que habéis venido, agradeciendo también a Ricardo Fernández que haya contado conmigo para la presentación de este libro que hoy venimos a mostrar.

Gracias también a la librería Santos Ochoa, en la que ya me siento un poco como en casa puesto que he tenido el placer de presentar otras obras y asistir a actos de otros compañeros.  Es una maravilla que lugares así nos presten su espacio siempre con buena disposición y facilitándonos la realización de estos eventos culturales que tanto enriquecen los lugares que habitamos.

Y no puedo comenzar a hablar de este libro “Carmen, Carminis” sin presentaros a su creador, a pesar de que seguramente todos le conocéis. A Ricardo Fernández Moyano, a pesar de haber nacido en Minaya, provincia de Albacete, todos le sentimos también aragonés tanto por el tiempo que lleva viviendo en esta comunidad como por el hecho de haber publicado y difundido gran parte de su obra aquí con nosotros.

Profesor de EGB y gran activista cultural, ha publicado diversos poemarios, entre ellos La voz en la memoria, Rituales de Identidad, Brotes, Zarzal y algunos libros de haikus, estando además incluido en numerosas obras colectivas y Antologías como Universos para Somalia, Cuatricromía Alfa, Amantes 88 poetas aragoneses, Poesía indignada, etc.

Esta abundante labor creativa le ha llevado a obtener diversos permios, entre ellos el del Certamen de Poesía Día del Maestro, el de la V Edición del Certamen de Poesía Versos de Amor o el de Versos para una primavera. Y bien, si toda esta información la podéis encontrar fácilmente en su página web o en otras páginas de Internet, hoy estamos aquí frente a un poemario delicado pero potente, un libro cuyo título Carmen, Carminis evoca ya el universo femenino sin duda alguna.

Recordemos que Carmen en su etimología latina significaría “canto, poema” pero atendiendo a su origen hebrero Carmen sería también “viña, jardín de Dios”. Carmen es, además, nombre femenino hispánico por antonomasia con lo que el título de este libro es de una sugerencia absoluta, conduciéndonos ya desde el principio al territorio de la mujer pero presintiendo esa alabanza, ese canto en voz alta, esa melodía rotunda y perfecta que vamos a hallar luego cuando nos adentremos en sus páginas.

Con esa dosis necesaria de sutileza, pero con la precisión correcta, Fernández Moyano, cirujano de la palabra, disecciona el alma de la mujer, una mujer a la que extiende en la camilla y a la que nos muestra múltiple y diversa, una mujer niña de cuyo interior extrae la risa y la ternura, una mujer soldado cuyas heridas de guerra señala con el bisturí de la buena literatura, una mujer que se recupera de las flechas lanzadas por la adversidad y cuya fortaleza él ensalza mientras la vemos, a través de los versos, levantarse del lecho quirúrgico y comenzar a recuperarse al ritmo que le dicta su propia naturaleza, dar esos pasos y ejercer esos movimientos recuperatorios que la restablecerán de nuevo. 

Observamos claramente las distintas posiciones de esas mujeres que vienen a coincidir en una,  esa Carmen, Carminis a la que el autor coloca encogida, enrollada, tumbada sobre su propio pasado, bajo la almohada de la duda, exhausta y asustada, envuelta en el sudor de la fiebre y el dolor, observando el corte que se resiste a cicatrizar,  una mujer estéril como una tierra seca y abandonada pero finalmente capaz de brotar como una flor silvestre, milagroso oasis en medio del desierto, femenino pájaro que sobrevuela sus propias cenizas como hermosísimo Ave Fénix.

Y si Moyano nos abre la puerta de esa sala de intervención, de esa estancia de observación donde sitúa a la protagonista, también nos deja ver dónde y cómo se posiciona él.  Limpio de prejuicios, inmaculado de rencores y sereno, como debe estar aquel que observa desde fuera e interviene, cuando es necesario, Ricardo mira y actúa señalando lo que pretende resaltar bajo la luz de una cirugía minuciosa. No hay aquí lugar para la venganza, para el ojo por ojo, para el juicio innecesario. Él, como ser humano por encima de todo, se sienta con ella, se tumba con ella, camina junto a ella, hombro con hombro, silencio con silencio, palabra con palabra y, como ella, duda, se plantea las mismas incógnitas y nos invita a resolverlas, anticipándonos con gran acierto que probablemente no encontraremos una solución rápida pues todo lo bello es indescifrable.

En conclusión, ése es pues el deseo de Ricardo, adentrarnos en ese camino que se bifurca, en el claroscuro y la complicación de ser mujer, mientras resuena un eco que nos convoca a la ternura, a la desnudez del corazón, a celebrar la intuición y proclamar con voz de hombre y con voz de mujer la igualdad, la igualdad y siempre la igualdad en la gran habitación del mundo.

                         Huesca, 19 de abril de 2018
                                  

                                        Carmen Aliaga

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