Presentan Manuel Martínez Forega y Alfredo Saldaña.
Contaremos con la presencia del Editor de Amargord, José María de la Quintana.
Leerán los poemas Carmen Aliaga, María Otal, Asunción Mínguez, Luis Trébol y David Ubico.
Intervención musical de Rafael Castro Martín a la guitarra.
Salón de actos FNAC Plaza de España.
30 de junio a las 20 h.
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La locura es la piel
Este es solo uno de los muchos versos de excelente factura que podemos leer en Zarzal, el quinto libro de poesía publicado por Ricardo Fernández Moyano —los anteriores fueron Tras la huella del tiempo (1996), Transparencias (2002), La voz en la memoria (2009) y Rituales de identidad (2011). Al margen de estos títulos, ha participado en diversos volúmenes colectivos y ha desarrollado una intensa actividad cultural en su ciudad de residencia, Zaragoza.
Sin duda, nos encontramos ante el mejor hilvanado y el más cohesionado de los poemarios entregados hasta la fecha por su autor, un libro en el que el lenguaje alcanza un protagonismo como no lo había tenido en los volúmenes precedentes. A fuerza de concentración, reflexión y trabajo, la palabra poética que aquí puede leerse aparece depurada de todo elemento innecesario y de cualquier servilismo gregario. Palabra esencial: poesía radical. Creo que Fernández Moyano ha dado en esta obra con su voz, una voz que emerge al calor de sus maestros pero que, al mismo tiempo, se eleva como una propuesta singular encaminada a dar respuesta a algunas cuestiones centrales a las que se ha enfrentado la escritura poética a lo largo de su historia. Aquí la poesía surge como esa “experiencia abisal” de la que hablara Valente, como el desafío del lenguaje ante el riesgo de su propia extinción, como esa palabra que al hacerse se deshace y es muestra de esa inefabilidad propia de cierta poesía, de esa actitud entregada y valiente que consiste en llegar hasta el fondo de un agujero para hablar desde ahí, construyendo de paso un lugar que permita el alumbramiento del don de la palabra.
Estos poemas —de corte realista aunque dotados muchos de ellos de una considerable potencia simbólica e imaginaria— representan el negativo de una vida trasladada a la escritura a través del tiempo (el texto que abre el libro se titula “Autobiografía” y es ya toda una declaración de intenciones), quieren ser señales, indicios, síntomas de una existencia lastrada por el devenir del tiempo y que trata de sobreponerse al vértigo de la desaparición. Vivir en las palabras, reconociendo que ellas son la contradanza que ha de neutralizar la amenaza del silencio, vivir en las palabras, y con ellas velar por lo desaparecido (como sucede en ese poema memorable que lleva por título “Hogazas”), elaborar una poética que dé testimonio del dolor, la pérdida, el destierro y el desaliento. Zarzal, poesía para iniciados, sin concesiones, palabra de alto voltaje.
Alfredo Saldaña
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