domingo, 15 de julio de 2012

Poema XCIII


ZARAGOZA DELICIAS 

Los viajeros,
vienen y van
con los ojos fijos en el infinito.


El taladro atraviesa los tímpanos
mientras una voz metálica
repite un eterno mantra.

Una mujer de rasgos árabes
y pañuelo azul en la cabeza
se parapeta tras su equipaje,
mientras un negro deambula
nervioso por el andén
a la espera de los suyos
y una muchacha joven
con un niño en los brazos
ojea los paneles.

Los altavoces anuncian
la próxima salida.

Los adioses traen ginebra de olvido.

Nadie parece sentir el perro del tiempo,
en su rostro impenetrable
no hay alegría ni tristeza.


Aún quedan títeres colgados en los muros.


4 comentarios:

MiLaGroS dijo...

No entiendo mucho el primer verso es como si no formara parte del resto del poema. Lo demás me parece precioso los adioses con ginebra de olvido y ese rostro impenetrable que no muestra ni alegria ni tristeza.

MiLaGroS dijo...

Los viajeros,
vienen y van
con los ojos fijos en el infinito.

El taladro atraviesa los tímpanos
mientras una voz metálica
repite un eterno mantra.



Una mujer de rasgos árabes
y pañuelo azul en la cabeza
se parapeta tras su equipaje,
mientras un negro deambula
nervioso por el andén
a la espera de los suyos
y una muchacha joven
con un niño en los brazos
ojea los paneles.

Los altavoces anuncian
la próxima salida.

Los adioses traen ginebra de olvido.

Nadie parece sentir el perro del tiempo,
en su rostro impenetrable
no hay alegría ni tristeza.

Aún quedan títeres colgados en los muros.

Ricardo Fernández Moyano dijo...

Me gusta más tu versión de mi poema, Milagros, me lo quedo.

Un beso.

Gustavo Figueroa Velásquez dijo...

Un buen poema que nos muestra el eterno ir y venir de la raza humana en un encuentro de culturas y viajes sin tiempo para llantos o rostros conmovidos...el tiempo corre sin detenerse.
Felicitaciones amigo.
Saludos desde Suecia.