Moriarty
sabía que la noche es insomnio,
un
vaivén de olas
en la
espiral de los cerebros.
Sir
Arthur envidiaba
la
inteligencia de Sherlock
y la
sabiduría de Watson:
desde
la primera revelación
sintió
esa punzada
horadando
sus neuronas.
Acabó
con ellos.
Moriarty
se lo agradeció con una sonrisa
y
aullando se perdió entre los árboles.
2 comentarios:
Lo encuentro diferente a los escritos hasta ahora. un abrazo.
Me ha encantado este juego entre Moriarty y su credor.
Salud, Ricardo.
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