PRESENTACIÓN DE BROTES EN LA BÓVEDA 5-10-2017
Hablar de Ricardo Fernández Moyano, es hablar de poesía, en su esencia más íntima y auténtica; es hablar de bondad, de compromiso, de humildad y de saber estar; el amor por el poema, de respeto por el verso, de solidaridad con el poeta.
Brotes, una antología poética, un camino de vida, una senda hacia el compromiso con la literatura, es la historia de un hombre, la historia de un poeta que dignifica el verso, que hace grande una palabra que, a veces, se utiliza concierta frivolidad, que es Poeta.
Su delicadeza de estilo, su conocimiento de la técnica, el respeto por el lenguaje, son características que definen la trayectoria literaria de nuestro poeta, de nuestro amigo, Ricardo.
“Brotes” empieza con una preciosa dedicatoria a su esposa, unas líneas breves pero que lo dicen todo:
“Y llegó el amor.
Cuando ya no esperaba soñarte
te encontré, en un pliegue
olvidado de mi vida,
despertaste en silencio mis sentidos
… y llegó el amor.”
“Brotes” tiene un magnífico prólogo de nuestro querido y entrañable amigo y maestro, Ángel Guinda.
Guinda, nos dice, que la palabra poética tiene su propio peso, su propia densidad, y sitúa a la poesía de Ricardo en la razón barroca y la pasión romántica. Dice el prologuista que en la voz de nuestro poeta aparece el pensamiento, la impresión del entorno y su tiempo y el sentimiento, propio e intimista y el ajeno, a veces brutal. De concentrada brevedad en lo formal, existencialista en el contenido y de estilo sencillo, claro y directo, es la obra de Fernández Moyano, en palabras del propio Guinda.
En definitiva, nos dice el prologuista , una poesía que nos nutre, que nos enriquece y que nos revitaliza.
Brotes es un recorrido por la escritura de Ricardo, que se inicia con dos breves poemas de su poemario inédito de 1985 “En el camino”; en ellos, nuestro poeta reflexiona sobre el tiempo y la memoria, sobre lo que se quiso ser y sobre el olvido.
“volvió a sentir el pálpito
de vivir y morir en el olvido”
De otro libro inédito, “En clave de sol” hay otros dos poemas, que son, si cabe, una poética en sí mismos, una reflexión en torno a la poesía y a la voz del poeta, esa luz sin la que, quizá, sólo habría tinieblas.
“alarga la mano de nuevo,
en un intento
por recoger el fruto del enigma”
En “Tras la huella del tiempo”, Ricardo reflexiona de nuevo sobre el olvido, sobre la memoria, sobre la felicidad del que ignora o del que aprecia el silencio.
“Pero nunca volveréis a aquellos días
en que una ingenua luz de neón
envolvía nuestros sueños
y éramos felices en la ignorancia”
Más tarde, en “Transparencias”, nuestro poeta hace un canto al Carpe diem, aún diría yo más, al Carpe Momentum; nacer, morir, escribir… no importa, lo que importa es vivir, cada instante como si fuera el último.
En ese sentido, nos dice:
“Nacer, morir,
ya nada importa”
Para más tarde exclamar:
“Sólo vivir es importante.”
Y añade:
“Lo raro, lo increíble es vivir”
Para terminar afirmando:
“Vivir es morir en el intento.”
Y rematar con una afirmación que nos resulta muy cercana a todos los que escribimos:
“Escribir es vivir en agonía.”
La antología que hoy les presentamos, continúa con uno de los poemarios más importantes de Ricardo Fernández Moyano, “La voz en la memoria”; la notoriedad de este libro se pone de manifiesto ya en el número de poemas seleccionados para que formen parte de estos “Brotes”.
“La voz en la memoria” es una canto a la vida, a través de algo tan aparentemente complicado como asumir la muerte. La muerte está presente y en una primera lectura puede parecer que el autor se resigna, pero, si leemos entre líneas, si leemos sintiendo los versos, la sensación es de contemplación y serenidad ante algo tan real como la vida misma y es que ésta, como decía Jorge Manrique, es un río que desemboca en el mar que es el morir.
Ricardo nos dice que los días saben a muerte y que, en lo bueno y en lo malo, en lo que nos hace sonreír y en lo que nos hace llorar, siempre está presente el perfume de la vida. Vida y muerte van de la mano, son amigos o enemigos irreconciliables, pero inseparables.
El poeta nos dice:
“Hay muertes que te acercan a la muerte”
y añade:
“Somos hormigas en el caos de la noche”
Y termina con un axioma incontestable:
“Vivir es cuestión de actitudes”
En definitiva, la manera en la que afrontamos la vida es lo realmente importante. La muerte es una certeza en el tiempo y sólo cabe esperarla viviendo intensamente cada instante.
Llegamos, a continuación, a otro de los poemarios importantes y con una impronta especial en la obra de Fernández Moyano, “Rituales de identidad”.
Es éste un poemario de esperanza, de huida del olvido, de abandono de las sombras. Un poemario en el que nos muestra el camino del “Carpe Momentum”, donde se ensalza el amor, la luz, pareciera, a veces, que Ricardo desde su madurez, vuelve a la adolescencia y a sus ilusiones.
Y es que anochece despacio mientras los versos se deslizan entre los dedos, la mayoría de las veces en compañía del silencio, del leve rumor del instante vivido. La vida, nos dice Ricardo, es un caer y tropezar, pero es también despertar en la almohada de su amada, su último salvavidas. Y es que la amada, el amor y sus desamores, el roce de sus pasos da sentido a toda una vida. Es, “Rituales de identidad”, una reflexión sobre el tiempo, sobre las edades tardías o la memoria imprecisa de las saetas de un reloj que nunca detiene el devenir de los días. Quizá, nuestro poeta, o, tal vez, todos los poetas, vivan en el margen; allí donde los silencios gritan lo que las palabras callan y se da forma al poema.
En el año 2015 Ricardo Fernández Moyano, publica “Zarzal”, un poemario en el que en palabras de Alfredo Saldaña, la poesía surge de una experiencia abisal, como desafío del lenguaje ante su propia extinción, de una experiencia plena de valentía hasta profundizar en lo más hondo y desde allí, hacer un a modo de altar de la palabra.
Versos desde ese exilio voluntario, atrapado por la tormenta de la vida o de la soledad, incluso en compañía; con un hambre insaciable de sol e impregnándose de esa hermosa locura que es la piel. Nuestro poeta huye de los besos de Judas, detienen el tiempo en cada instante, y nos dice:
“Los días fluyen impasibles, como si nada hubiese sucedido”.
“Zarzal” es, entre otras muchas cosas, el reconocimiento de nuestras propias contradicciones, para desde ahí, crear la única certeza posible “Vivir” .
Llegamos, tras este maravilloso recorrido por los versos de Ricardo, al último poemario recogido en esta antología y que es además un libro inédito: “Cosmogonía del barro”.
Cosmogonía es el estudio del origen y la evolución del Universo, y lo es del barro, también lo es del origen y evolución del hombre. Es un poemario con ciertos tintes de transgresión, con un lenguaje que incorpora, sin miedo y con acierto, términos que podríamos calificar de modernos, tales como placa base, troyanos, etc. Ricardo proclama que juzgar es lo que nos destruye y que la única guarida cierta es la soledad. Una soledad que es nuestra eterna compañera y con la que descubrimos que nadie conoce lo que nos espera tras la niebla, una niebla que parece difuminarse con los destellos de la ternura.
“Somos carne de cierzo”
Carne de cierzo en un amanecer sin nombre en el que apenas se percibe la delgada línea que separa el amor de la muerte y entretanto la piel como único signo de supervivencia.
En definitiva, apreciado público, la obra poética de Ricardo Fernández Moyano es un océano en el que no debería permitirse no bucear; les invito a sumergirse en el abismo de los versos de un poeta que aúna calidad humana y literaria y que, a nadie dejará indiferente.
Brotes de vida, de esperanza, de magia hecha poema. Y recuerden, todo parecido que encuentren en esta antología, es pura coincidencia … o no. Si quieren descubrirlo les animo a conocer al poeta y, por encima de todo, conocer al hombre.
Gracias.
Fran Picón
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