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UNA ESPIGA EN LA GARGANTA
Antes que le oculte la vida
tras una maraña de huesos
y se vacíe su alma
en un montón de fiemo;
pone en orden sus pasos,
revisa caminos polvorientos,
y deja germinar en los valles
promesas de luciérnagas,
que llevaron paz a su océano.
No se queda dormido,
ni se abandona al tedio
de las horas amargas
ocultas tras el péndulo.
Sus días serán luz,
aunque florezca lodo
o asfalto en la escarcha
del desasosiego.
Hallará negrura,
sudará sangre,
y verá en otros ojos
el pánico de los suyos.
Pero si no deja crecer
una espiga en su garganta
no sentirá vida en su carne
ni el calor de las médulas.
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