jueves, 10 de diciembre de 2009

Aldecoa: el cuento incompleto

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NOTICIAS DE ÁLAVA, 15 de noviembre de 2009

Aldecoa: el cuento incompleto

Murió con 44 años. Hoy se cumplen cuatro décadas. Sus novelas, sus cuentos tienen sello universal, pero su eco no parece alcanzar a su entorno más inmediato, a la ciudad donde nació. ¿Es Ignacio Aldecoa sólo una estatua?


David Mangana


Sus cuentos hollan las más altas cumbres del relato breve en castellano. Sus -pocas, pero contundentes- novelas suponen un prodigio narrativo en el campo del relato psicológico y la descripción emocional. No se vayan muy lejos tratando de averiguar de quién hablamos, pueden verle cada día, detenido en eterna lectura, si pasean por el parque de La Florida. Es Ignacio Aldecoa, el escritor gasteiztarra por antonomasia, del que hoy se cumplen cuarenta años de su muerte.

Sólo cuatro años menos de los que vivió un genio literario que, bajo las copas de los árboles que tan bien cinceló con su certera tinta, lee siempre en silencio su libro de piedra. Y, también en silencio, cumple cuatro décadas de un casi eterno olvido. En una ciudad donde se busca con desaforada voracidad el elemento emblemático que la diferencie, el acento excepcional que marque un hito en su historia, la flecha que señale nuestro brillo particular y único en el mapa, la palabra universal de Ignacio Aldecoa es, sin embargo, sinónimo de olvido.

El homenaje es inerte, y lo que no se habla -ya se sabe- se borra. Las instituciones parecen haber cumplido su papel -en blanco- con la imagen que descansa en el parque, el bautismo de la vecina Casa de Cultura y otro nombre que ubica en el callejero una plaza del barrio de Lakua. Un premio literario de relato breve -de caché, eso sí- es el principal vestigio, el único estandarte activo, con vida literaria, del recuerdo de Ignacio Aldecoa, que el 15 de noviembre de 1969 fallecía en Madrid, víctima de una úlcera sangrante que prefirió no cuidar.

Una veintena de publicaciones trazan la prolífica -para la edad en que murió- senda literaria del escritor alavés, que en sus inicios dibujó las primeras curvas en el territorio de la poesía, pasando luego a la novela, y cultivando siempre su parcela referencial, el relato, género éste en el que sobresalió con su siempre afilada indagación de corte eminentemente neorrealista y su dominio de la descripción de ambientes y gentes.

Hijo de familia vitoriana burguesa (nacido el 24 de julio de 1925), Ignacio Aldecoa estudió bachillerato en Marianistas, y a los 17 años marchó a estudiar Filosofía y Letras a la Universidad de Salamanca, donde destacó por su falta de aplicación, sus frecuentes ausencias y su vida de tuno. Continuó sus estudios en Madrid, viviendo cerca del Café Gijón, donde entró en contacto con Rafael Sánchez Ferlosio y Alfonso Sastre, entre otros. También allí conoció a la pedagoga y escritora Josefina Rodríguez, la que se convertiría en su esposa (1952), tomando su apellido.

Los primeros cuentos de Aldecoa aparecieron en revistas como La Hora, Juventud, Haz y Alcalá, aunque sus libros primigenios estuvieron dedicados a la musicalidad del verso: Todavía la vida (1947) y Libro de las algas (1949). Su primera novela, El fulgor y la sangre -retrato rural y sentimental a través de las historias de tres parejas de la Guardia Civil-, se publicó en 1954 y fue finalista del Premio Planeta. Otra novela, Gran Sol, consiguió el Premio de la Crítica.

Hacia 1955 frecuentaba las tertulias de estudiantes rebeldes al régimen franquista, y se implicó en la creación de la Revista Española. En su consejo de redacción figuraban con él casi todos los escritores importantes de la época, envenenados de la estética literaria de Zavattini y del nuevo periodismo de Truman Capote, y de firmas como las de Hemingway, Dos Passos y Baroja, un cauce apropiado para la expresión de sus rebeldías existenciales y sociales.

Su culmen, además de la citada El fulgor y la sangre y sus 79 relatos -reunidos, entre otras muchas ediciones, por su viuda (Cuentos completos, Alfaguara 1995)-, fue quizás Con el viento solano, novela que retrata la huida de un hombre que acaba de cometer un asesinato. Mario Camus, con Antonio Gades como protagonista, llevó al cine esta narración. Y no fue su única adaptación. También su relato Young Sánchez inspiró un largometraje de este mismo realizador.

El boxeo fue una de las temáticas que más visitaron sus textos, donde Vitoria tiene gran parte de protagonismo, sobre todo en algunos protagonistas infantiles y juveniles. Precisamente aprovechando la excusa pugilística, el Teatre Romea de Barcelona acogió hace unos días un singular encuentro. Sobre el ring de boxeo de la obra Urtain, de Animalario, cuatro púgiles cruzaron opiniones en lugar de guantes, marcada la charla por golpes de campana a los que siguieron varios textos de Aldecoa.

¿Puede ser una idea? Como otra cualquiera. ¿Es responsabilidad pública? O no. La manida fórmula de recordar a una persona por los aniversarios de su nacimiento y muerte es -a pesar de recurrente- una posibilidad más, vista la ausencia de iniciativas. Pero no hay por qué subirse a un cuadrilátero para poder proponer -jornadas, talleres, obras de teatro, exposiciones, mesas redondas, ciclos de cine...- decenas de posibles homenajes a Ignacio Aldecoa, mucho más que el escritor de Vitoria.

No sé si la literatura salva, pero purifica.

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1 comentario:

Amalia,Alma de mar dijo...

¡Qué razón tiene esta reflexión!
Así pasa con los grandes, mientras los mediocres van trepando.
Es el signo de los tiempos: cuanto más ruido haces y menos vales, más resonancia.
Gracias, Ricardo por hacernos meditar. A ver si se acaban los intrusismos, el afan de protagonismo, el todo vale y el si eres muy "progre" sirves, y si no, no... porco mondo...