jueves, 21 de abril de 2022

Presentación de Poetas suicidas: sensibilidad o supervivencia en Zaragoza




El viernes día 2 de Octubre del 2009, Ricardo Fernández Moyano, miembro de la Asociación Literaria Rey Fernando, radicada en el barrio del Actur y muy activa fuera del mismo, presentó su libro *Poetas suicidas: sensibilidad o supervivencia*, publicado en la colección “Papeles de Trasmoz” de la editorial Olifante. Estuvieron presentes en la mesa, junto al autor, la editora Trinidad Ruiz Marcellán y Antón Castro. Tuvo lugar en el Centro Cívico "Río Ebro" C/ María Zambrano 56. Leyeron textos de aquellas existencias interrumpidas Amalia Soro, Asunción Mínguez, Carmen Aliaga y Luis Trébol.


Este breve ensayo es fruto de la estancia del autor en la casa del poeta de Trasmoz, lugar al que Ricardo dedicó unas palabras descriptivas.


Como dice su autor, más que de un ensayo, se trata aquí de un trabajo de investigación y recopilación divulgativa, de gran atractivo por tanto para cualquier lector, ya que un texto como el presentado permite ser un instrumento en manos de los lectores para despertar aún más su curiosidad lectora y propiciar que inicien sus propios caminos de búsqueda. Así lo señaló, por cierto, Antón Castro en su presentación.


Antón, entrando en materia, indicó el respeto debido al acto suicida, el cual debería denominarse más a menudo como “muerte voluntaria” para clarificar la naturaleza del gesto. Lamentó las últimas e irrevocables decisiones de los protagonistas del libro, no ya desde el punto de vista sentimental o moral, sino incluso del literario: su obra, como recuerda también Moyano en las últimas páginas, no gana con su acto autolesivo, y sí pierde su posible continuidad y matización, las que sólo el autor podría aportar.


El libro abre vías, establece preguntas apremiantes y dolorosas sugerencias acerca de tema tan doliente. Fernández Moyano, por una senda áspera y espinosa, nos conduce de nombre en nombre, de una tragedia a otra… un laberinto tristemente rodeado de callejones sin salida: Anne Sexton, Alejandra Pizarnik, Sylvia Plath, Pedro Casariego (importantes líneas dedicadas a su reivindicación), Florbela Espanca… incluso es mencionado el caído en semiolvido Pierre Drieu La Rochelle.


A efectos de repaso de la historia literaria, Moyano hace recaer la atención sobre el suicidio del poeta prerromántico Chatterton y el del personaje de ficción Werther, protagonista de la novela del mismo título de Goethe y aparecida en 1774, como el de las figuras que desde ese primerizo Romanticismo marcaron la visión moderna y culta del suicida, muy alejada tanto de la condena ética de los siglos cristianos precedentes como de la visión del suicidio entendido como reparación del honor y la dignidad personal de los tiempos antiguos.


Interesante fue el breve debate posterior al acto en sí, donde entre el público, Fernando Sarría recordó la excesiva extensión del suicidio entre mujeres literatas, en comparación proporcional frente al de los hombres. Y quedó en el aire una cuestión a profundizar: los métodos del suicidio… No es lo mismo entregarse al seno de las aguas como Celan o Woolf que saltar al vacío como Ana Cristina César, o plantarse frente a la desatada aceleración de una máquina de la era técnica como hizo Víctor Mira. ¿Y qué relación guarda la decisión, y el gesto que culmina la decisión, con la obra e imaginario del protagonista de los hechos? Éste es un ejemplo de las propuestas planteadas por el nuevo número de estos elegantes libritos, de amena lectura, que forman “Papeles de Trasmoz”.


Escribe Ricardo:

"Cuando la propia fascinación que se hace discurso cesa de escribirse a sí misma, la muerte real y física llega." (p.36)


La Asociación Literaria Rey Fernando parece encontrarse en su mejor momento: tanto en iniciativas como en promoción de sus integrantes, poetas que cada vez están más y mejor al alcance de los lectores. La presentación de este libro de Ricardo Fernández Moyano, la próxima de un libro poético de este mismo autor (*La voz en la memoria, *para el día 15 de Octubre), la presentación hace pocas semanas de *Diario corto de un mono asesino *de David Ubico, la aparición en breve tiempo de la voluminosa y notoria Antología de poetas de la margen izquierda (*POESÍA EN LA MARGEN*), son la mejor muestra de ello.


Ángel Sobreviela

Presentación de La voz en la memoria en Zaragoza



Nuevo éxito para Ricardo Fernández Moyano. Esta vez en la sala de actos de la FNAC de Zaragoza, en donde el pasado día 15 se presentó el libro "La voz en la memoria", dedicado a su madre, ya fallecida.

Hizo una magnífica reseña de la obra Alfredo Saldaña, la ambientación visual fue de Chema Sanz y David Ubico, Carmen Aliaga, Luís Trébol y Amalia Soro, compañeros de la Asociación Literaria Rey Fernando de Aragón, recitaron varios poemas.

He de anotar que la cubierta del libro pertenece a una obra pictórica del propio autor. Por algo el maestro Ángel Guinda dice que es el mejor libro de poemas publicado hasta ahora por Ricardo Fernández. Con claridad de forma e intensidad en el tratamiento de los asuntos que trata. Así la lectura resulta amable, gratificante y fértil.

Al final del acto, al que asistió numeroso público, se sirvió un refrigerio que terminó con la firma de ejemplares por parte del autor.

Una vez más: ¡felicidades, Ricardo!

Amalia Soro

Presentación del poemario de Ricardo Fernández Moyano Rituales de identidad en Madrid


Rituales de identidad (nombre precioso para este poemario tan cercano).
He leído este libro tres veces, en lugares diferentes. Cada una de ellas me ha abrigado del frío del invierno.

En este viaje he tejido una manta con los versos de Ricardo, con cada una de sus palabras sin añadirle ni una extra. Ni un bordado accesorio.

Así pues, el resultado es este poema que he ido uniendo con los hilos de su libro. Con sus versos desparramados y desordenados por mi.

Con la calma del monje, me acerco al poema. Han sonado unas notas monótonas y me acuna un libro.

Y me sumerjo. Lentamente.

Se hace hermosa la vida, evoca amaneceres de fuego y espero tu retorno igual que espera el barro a la tormenta.

Harían falta estribos para estancar la vida.Cuando llega la noche hay caricias de música sobre mi sed de tímpanos.

Como duele ese aguijón. Pero tal vez bastara una llamada. En mi presencia ya solo queda el roce de tus pasos.

Las fotografías son de Tanya Lacey. Un honor que se acercara allí a plasmar estos instantes.

Cualquier instante que plasma Tanya, lo llena de luz. Una suerte tenerla cerca.

Os la recomiendo por encima de todo…

Ricardo, el autor, agradecido y cercano.

Yolanda Saenz de Tejada


Presentación en Zaragoza de Rituales de identidad






Tenia yo diecisiete años cuando me sorprendió una pregunta: se trataba del verso inicial en el primer libro (Sumido 25) de Miguel Labordeta.

La pregunta de aquel verso en el poema "Espejo" decía, dice: "Dime, Miguel ¿quien eres tú?"
Acababa de encontrar a un gran poeta lírico, mejor: epilírico, que buscaba su identidad para reafirmarse en su obra desde el primer momento.

Miguel Labordeta se fue y nos ha dejado, en estilo indirecto, aquella pregunta, y una forma de respuesta, es el libro de Ricardo Fernández Moyano que esta tarde presentamos.

Me interesa el titulo Rituales de identidad, por lo inquietante y misterioso de sus dos terminos:
Ritual: costumbres, obsesiones, ceremonias.
Identidad: que es el bien más preciado para el ser humano, en particular para un poeta lirico; sobre todo en estos tiempos en los que el individuo esta perdiendo su identidad por culpa, entre otros factores, de los Estados que para hacer ciudadanos deshacen individuos.

Me interesa la cita de Antonio Colinas que preside el libro:

Me enciendo por pasadas plenitudes
y por estas presentes enmudezco.

Y me interesa el contenido del mismo.

Su arranque es una exploración metalinguística en la cual la palabra es el tema de expresión y de comunicación.
Así, en el poema "Estrategia", que abre sus Rituales de identidad, Ricardo persigue a su yo poético mediante la indagación de la voz personal entre los ecos
propios y ajenos:

Con la calma del monje
me acerco al poema,
busco dentro esa luz
que provoque nuevas palabras.

.............................................

y solo el mar responde a mi llamada.

Ya encontrada la voz, emprende su expedición a la existencia:

la búsqueda eterna de la luz
en un mundo de sombras.

Expedición de ida y vuelta: desde el olvido a la memoria y desde la memoria al olvido, a través de de ese puente pedregoso, con gritos y silencios, con ciénagas
y resurrecciones que es el paso del tiempo:

han pasado estos años
como una maquina terrible

Durante ese viaje interior nuestro poeta pone en práctica aquellos rituales con los que defender y afianzar su identidad: -

La reflexión, como técnica de conocimiento y de reconocimiento de uno mismo. -
La armonía, que todo lo convierte en un amable espejo de concentración. -
El sentimiento amoroso como trinchera de resistencia contra la adversidad, el caos, la desolación y el desengaño -
Y también la palabra, como escudo.

Mas allá de Tras la huella del tiempo, Transparencias y La voz en la memoria, estos Rituales de identidad se han despojado de narratividad, han reconcentrado el
tuétano de su mensaje y se nos muestran con clara inmediatez, autenticidad, tensión e intencionalidad. Tal vez por todo ello, querido Ricardo, sea este tu
mejor libro hasta la fecha. Yo lo celebro de verdad y de verdad te doy mi enhorabuena.


Ángel Guinda

miércoles, 20 de abril de 2022

PRESENTACIÓN DE RITUALES DE IDENTIDAD EN LA BASTARDA (BARCELONA)



Ricardo Fernández Moyano, nos presenta hoy su libro Rituales de identidad, de la Editorial Huerga & Fierro y comienza con una cita del poeta Antonio Colinas que dice así:

"Me enciendo por pasadas plenitudes / y por estas presentes enmudezco".Y es esto mismo lo que el autor quiere transmitirnos a través de sus poemas, nos muestra el espejo que le devuelve con el paso del tiempo a la realidad de los años.
El poeta recuerda momentos que afortunadamente continúan en su memoria, y los plasma en un papel en blanco, siendo la poesía su mejor cómplice y compañera:

Con la calma del monje
me acerco al poema,
busco dentro esa luz
que provoque nuevas palabras.
Sin otras armas que la tinta,
sondeo la ciénaga
con pericia aprendida,
y solo el mar responde a mi llamada.


Ricardo es un poeta ya curtido y consagrado en el mundo de la poesía, con este poemario nos invita a viajar en un mar de recuerdos y añoranzas, descubriremos al poeta que encuentra refugio en el transitar errante de huellas y tiempos pasados, una mezcla de experiencias personales que han ido ahondando en su memoria, latidos del ayer que nos llenarán de paz y de sosiego en cada verso.
Ricardo reconoce en la noche la luz de la palabra, desafiando las miserias del mundo con el fulgor de su tinta, se busca en el zarzal de la memoria y se siente extraño en una lágrima.

ZARZAL
Buscas en el zarzal de la memoria
las luciérnagas
que solían acompañar tus noches.
Oprime la mano tus sienes
en un gesto mecánico, aprendido,
vuelves a sentirte ese extraño
que muere en una lágrima.
Pero ya no eres aquel náufrago
que frotaba con ímpetu la lámpara:
has aprendido a sobrevivir
entre la luz de los escombros.

La vida en si es un poema, que día tras día nos regala versos de ternura casi al azar, y donde quizás antes había hojarascas.
El poeta intenta decirnos que, el tiempo se nos escapa de las manos y no podemos atrapar el mecanismo de los relojes:

El cielo no es azul, ni verde el mar,
no hay vida detrás de los espejos...
en las cartas no se respira amor,
ni un beso puede devolver calor a la ceniza.
Ricardo también le escribe al amor, y se hace hermosa la vida:


TU MIRADA
He aprendido
que es tropezar la vida,
caer y despertar
en tus nocturnos parpados
como paisaje único.


Y espera el amor cada noche igual que espera el barco a la tormenta, espera su sonrisa oculta y espera que disipe sus penas en la aurora envolviéndolo en su abrazo, adormeciendo su boca entre sus sombras.
El poeta también recuerda su niñez en los parques de la nostalgia, deja posar sus ojos sobre los árboles pasando así fugazmente los olvidos ante él:

De saber que la vida era todo esto
no habría arrastrado mis miedos por aceras vacías.

Ricardo nos dice que, vive en el margen sin poder evitar la sacudida, la resurrección de los vivos, y en su afán por conciliarse con el mundo, le pasan los años como una maquina terrible (como un escalofrío).

ESCALOFRÍO
Vivo en el margen
sin poder evitar la sacudida,
la resurreción de los vivos.
En mi afán
por conciliarme con el mundo,
han pasado estos años
como una máquina terrible.

Y no me queda más que deciros que las letras de Ricardo son exquisitas, que son una mezcla de experiencias personales en el transcurso del tiempo que es un poeta al que merece la pena leer, porque sus poemas están escritos con mucha bondad y una extraordinaria sencillez.

Luisa López Gómez

PRESENTACIÓN EN LA TERTULIA "EDUARDO ALONSO" EN LA CASA DE CASTILLA-LA MANCHA EN MADRID


El libro que presentamos hoy contiene (ésa es, al menos, mi impresión de lector), una descripción, o quizá más exactamente una vivencia, del tránsito a la madurez. Se expone en él el hundimiento de una serie de certezas en las que el protagonista de los poemas creía en otro tiempo, o a las que al menos se aferraba, y que revelan ahora su inconsistencia, cuando no su revés de dolor o de vacío. Parece escrito por alguien que se descubre instalado en esa desolación, y vuelve la vista atrás para preguntarse cómo ha llegado a ella, y cómo es posible vivir, o sobrevivir al menos, a partir de lo que ella le ofrece.

Así, las dos primeras partes de las cinco en que el libro se divide, tituladas respectivamente "Razón de la palabra" y "El beso que te nombra", pasan revista a las dos únicas certezas que, de algún modo, parecen mantenerse todavía en pie: la creación poética y el sentimiento amoroso. Pero incluso aquí tenemos, no la mirada gozosa del descubridor, sino la actitud amarga del superviviente. Leemos, por ejemplo: "El tiempo asola la memoria" (en la primera parte), o "He aprendido / que es tropezar la vida" (en la segunda).

A partir de ahí, la tercera parte revela ya en su título ("Oro en las ruinas") la voluntad de difícil búsqueda de lo que todavía pueda servir para seguir adelante. Se nos dice, por ejemplo, "has aprendido a sobrevivir / entre la luz de los escombros"; pero también encontramos una declaración tan dura como "pero ya nada te emociona", que es el verso que cierra un poema titulado "Luz de primavera". Es decir, se intenta reconocer lo que la realidad pueda todavía tener, para el personaje poético, de rico y de satisfactorio; pero, al mismo tiempo, se deja constancia de que incluso eso es algo que forma parte de aquellos "escombros", algo con lo que habrá que aprender a crear una nueva relación, ya que en la forma en que actualmente aparece ("ya nada te emociona", recuérdese) se presenta como algo separado de la vida de quien habla en el poema, e incluso esencialmente ajeno a ella. "De haber sabido que la vida era esto", se nos dice también; o sea, entiendo, se reconoce que, desde la situación presente de la voz poética, lo que anteriormente se creyó tener no es sólo que ya no sirva, sino que la actual y dura lucidez advierte que hasta entonces, y en cierto modo, se vivió en un engaño. No es, por tanto, que la vida exterior siga igual y que tan sólo uno mismo haya cambiado, sino que ha venido a revelarse que aquellas antiguas certezas de algún modo eran falsas, y que, habiendo profundizado más, es preciso buscar, efectivamente, una nueva relación con ellas.

Las dos partes siguientes, "El tránsito de la llama" y "Galería de olvidos", nos muestran con evidencia que el propósito no es simplemente el de la queja estéril, sino el de la búsqueda efectiva de una respuesta; constatada la situación de "ruina" de las viejas creencias, se trata ahora de no quedarse ahí, de intentar averiguar cómo vivir, a partir de ella. Se nos habla por ejemplo, en "El tránsito...", de "la resurrección de los vivos", en un poema expresivamente titulado "Escalofrío". Es decir, esas viejas certezas -a fin de cuentas, la materia misma del vivir- no son algo con respecto a lo cual baste la queja o el simple abandono, sin más: siguen ahí, vivas y operantes, y hay por tanto que contar con ellas, pero vuelven ahora como un remordimiento o un reproche, provocando con ello ese "escalofrío" y exigiendo ser afrontadas; constituyen de algún modo una pregunta que exige respuesta. "Cómo duele ese aguijón. / Pero tal vez / bastara una llamada". Vemos, por tanto, que no se trata simplemente, como ya decíamos, de lamentar la pérdida, aunque la voz poética sea plenamente consciente de ella y del dolor que provoca, sino de explorar, aunque sea a costa del sufrimiento, dónde puede encontrarse esa respuesta; de ver, dándole la vuelta, esa insatisfacción como un posible punto de partida, una "llamada" a buscar un camino, un modo de acceder a las posibilidades que esa misma situación sin embargo plantea, y de reconocerlas y hacerlas propias. De ahí la valerosa afirmación (en el poema titulado "Luz") de que "la voz que ilumina nuestras noches / es tan sólida como el alba": también, pues, esa "noche" es, debe serlo, un lugar donde buscar dicha respuesta, donde hallar por tanto un modo de vivir. En el "Epílogo" que cierra el libro se habla, reafirmando de algún modo este planteamiento, de la voluntad de "encontrar el aliento necesario" para seguir adelante.

Vemos, en consecuencia, que el sentido final del libro es, desde la constatación lúcida de esa situación de pérdida y de vacío, el intento de búsqueda de un modo de salir de ellos, y de una nueva identidad que responda, a través de un proceso de maduración personal, a las exigencias igualmente nuevas que dicha lucidez plantea. Pienso que éste es el sentido que cabe atribuir al título del libro mismo, "Rituales de identidad", ya que en el fondo esta situación, y el intento de responder efectivamente a ella, conllevan inevitablemente la pregunta acerca de qué es lo que verdaderamente somos. Y esa difícil pregunta no se rehuye aquí, ni se la esquiva mediante la simple lamentación por lo que un día fuimos, sino que se la afronta, como ya señalábamos, con valentía, y se intenta realmente buscar una respuesta, ya que la misma posibilidad de una vida verdaderamente humana y lúcida, una vida que mire cara a cara a la realidad tal como es, y no la disfrace con sueños o la esquive con vaguedades o con quejas inútiles, está comprometida en ella.

Pienso, en resumen, que este libro no es una mera colección de palabras más o menos afortunadas o hermosas, sino una indagación seria y honda en lo que la vida realmente es, ante una mirada adulta que no puede disimularse a sí misma las dificultades y las carencias del vivir; en otras palabras, un intento de afrontar y asumir seriamente, como ya indicábamos al principio de esta nota, los retos de la madurez.

José Cereijo

RITUALES DE IDENTIDAD en Barcelona


PALABRAS ABRIENDO PUERTAS


A la luz de RITUALES DE IDENTIDAD de RICARDO FERNÁNDEZ MOYANO


Palabras abriendo puertas, asomándose a balconadas para emprender el vuelo. Por un mapa de estrellas tras la dulce claridad. Cada día es un estreno, una aventura más para no perder la brújula de la ilusión. Ahí nace la razón de la palabra, la de ser latido en el caos, la llave para desatar nudos emocionales. Y así ser compañía... porque nacemos para llenar soledades ajenas. En la poética de Ricardo Fernández Moyano lo relevante es salir del ego, escapar del escondite y escuchar y escucharse en la mirada de los otros. Mirada nunca inquietante, siempre alentadora de geografías desconocidas. Con la actitud hospitalaria de nuestra energía afectiva nos desprendemos y renacemos. Como si el cierzo renovador que siempre me devuelve a la Zaragoza simbólica de Ambos Mundos-Plaza España-Gambrinus-, la que siempre me reta a la aventura narrativa a la que pronto acudiré desplegara el eco añorado para el espacio que suena. Escuchemos al silencio como en los Rituales de identidad de Ricardo; desde el silencio avanza la orquesta sinfónica y como escribí con Michel Conte, no "necesitamos a cien músicos para saber los secretos que hay en ti". La palabra busca hogar después del frío en la memoria de la armonía recobrada, de esa melodía que flota comos sugiere Argullol, tras la hojarasca. Ahí se cita la paz reflexiva de quien amplía las geografías del alma activa. Ricardo sabe transparentar lo invisible. Anuncio de lo oculto que no impide el eterno presente de la luz, cruzando túneles como evocaba en su cita de Javier Salvago en Transparencias.

El bosque no nos perturba. Somos magia y misterio y sí, podemos encontrar oro en las ruinas.Para eso necesitamos -como sugiere Ricardo al hilo de Antonio Colinas-, quietud-mansedumbre y reconocer a los desconocidos que nos habitan y rescatar así la clandestina ternura. En enero de 2010 titulé en Ecocentro-Madrid uno de mis encuentros de creación afectiva. El beso que te adivina-la luz que te desvela-el amor que te nombra. Ahí encontró Ricardo motivo de inspiración. Quedarse en la mirada, viajar por la ciudad de sus ojos para alcanzar el abrazo fundacional, el regreso al origen. Ritmo y brillo a las palabras como sugiere José Hierro, ecos de Cántico para descubrir el tobogán que nace entre las sílabas. Búsqueda de la esencia que Ricardo emprende en su viaje hacia la depuración de lo superfluo. No hay fuga mas que de los laberintos de la desolación. Abrazo cálido a la luz de la luna en la mirada del niño que aún se fascina ante el templete. Junto recordamos la canción que escribí con Hilario Camacho, Sin decir adiós, a la que Ricardo dedica un poema. Espectáculo de la vida que eternamente nos acompaña, aventura de escribir. Seguiremos escuchando violines en la niebla, asomándonos a las balconadas del porvenir.

Carlos Villarrubia


Carlos Villarrubia: Periodista, escritor, letrista y autor multimedia.

Presentación de Rituales de identidad en Albacete


Ya van para treinta años que conozco a Ricardo y le he visto siempre como alguien que lucha, con perseverancia, sin apenas altibajos, para cumplir su vocación poética. En este sentido tengo a mi amigo como un ejemplo. Pienso que es de vital importancia, en estos tiempos dirigidos desde arriba, la introspección. Darnos el tiempo suficiente, en soledad, para que nuestra voz más profunda, la voz de nuestra verdad, aparezca. Para seguir una voz, primero hay que oírla. Ricardo oyó claramente su voz. Y, desde entonces, no ha cejado en su continua tarea de mostrarla, cada vez más limpia, más cincelada, más madura, contenida y depurada. Así suena su voz en estos "Rituales de identidad" que hoy se presentan en su ciudad. Valga una pequeña aproximación:

DARDOS

I

La palabra tenida como escudo,
bálsamo o flecha,
revela la prudencia del humilde
y devuelve el poder a los esclavos.

II

Buscar refugio en soledad
ante el reino de la impotencia,
y encontrar el aliento necesario
en la quietud del eremita.

Frutos Soriano

martes, 19 de abril de 2022

RITUALES DE IDENTIDAD en palabras de Manuel Cortijo


"RITUALES DE IDENTIDAD", es un poemario de madurez, en su máxima dimensión. Cierto es, coincido con Arturo Tendero, que el poeta evoluciona, persigues nuevos ahondamientos y plenitudes. En tu entrega anterior, "La voz en la Memoria", editado en 2009, ya se concretaba el excelente poeta que transita contigo. En el que nos ocupa, vemos a un poeta desarrollando una personalidad propia de quienes saben por dónde caminan en esto que se llevan entre manos. El libro está perfectamente estructurado, y todo él es una apuesta por la emotividad poética. Muy por encima (este trabajo no es una crítica) conviene penetrar en las secciones que vertebran esta entrega unitaria. Así, ya vemos en el poema "Estrategia" como el poeta persigue la luz de las palabras, por si el poema está, como vemos en el poema inesperado "donde antes había hojarasca". Pero la clave de esa búsqueda insistente de la luz la tiene el poema "Gedichtè, tan brillante como breve. Llegados a este punto, habría que decir que salvas con matrícula el experimento dificilísimo de la brevedad. Enhorabuena por lo conseguido. Páginas adentro, vamos hacia el encuentro de otras tendencias (como la amorosa) que van sublimando y haciendo más mollar el poemario, quizá porque cuando el amor florece "Se hace hermosa la vida". Y todo se hace hermoso si se mira, si se accede a la luz del que está viendo lo sentido, porque "Bajo el céfiro/ de esta reseca piel/ se esconde/ un corazón en ascuas por tu cuerpo".A una determinada altura de la edad, el tiempo vivido nos enseña "a sobrevivir/ entre la luz de los escombros". El hombre ha tomado conciencia de su temporalidad, y se entrega a la acción de la memoria de la vida que fue, porque sabe que es el tiempo quien nos lleva o nos devuelve a correr "tras las palomas/ en parques de nostalgia". A fin de cuentas, "No hay vida por detrás de los espejos", el ahora se esfuma y quizá no haya después; pero antes hay que "Buscar refugio en soledad/ ante el reino de la impotencia,/ y encontrar el aliento necesario/ en la quietud del eremita.

Todo el poemario presenta un gran impulso, una acción espontánea del quehacer de un poeta hecho, que sabe por donde conviene ir para darle a su palabra emotividad y pureza constitutiva. En definitiva, estamos ante un regalo sublime para el lector que se busca en la lectura poética un lugar especialmente conmovedor.


Manuel Cortijo


Presentación de El filo del no en Albacete



En la huella del tiempo, transparencias.
En los parques, memorias de la infancia.
Rituales del yo y esa prestancia
para hablarnos de heridas y querencias.

En el filo del no, funambulista,
Ricardo es un poeta del amor,
la belleza escondida y el dolor
trasmutado en mirada de un artista.

Cuando vio su camino no dudó
y lo siguió y lo sigue con constancia,
con fe de visionario, con rigor.

Poesía, amistad, camino o río
que navegamos juntos. La distancia
no podrá con lo nuestro, amigo mío.

Emoción a raudales. Muchas gracias amigo.

Frutos Soriano

LA VIDA RESCATADA al hilo de la presentación de Zarzal en Barcelona





En el mentidero de la discordia, la tierra de rastrojos oculta la claridad manipulando amaneceres a modo de prolongados crepúsculos. Fascinación por la muerte, devoción al presente efímero. El zarzal no enmaraña, es signo e indicio de un camino explorador. Y la inminencia del peligro sugiere la divina corresponsabilidad de convivir con la muerte. Reloj abolerado que marca sí las horas pero que también nos permite deslizarnos por el hueco de las sílabas al modo de los hilos de Cántico. Nada somos sin la luz del quinqué interior, como recuerdan cuadros y poemas de Ricardo. Nadie acude a nuestro rescate en las madrugadas inciertas cuando crece la duda ante el regreso del amanecer. Ahí está el susurro luminoso suministrando latido al Universo y es cuando la palabra viaja en dirección a la esencia y se busca y rebusca desgajándose de cenefas, en la radicalidad del ser íntimo. Todos los caminos sueñan tu sueño creador cuando miras de frente a la muerte y respetas los tiempos alejándote de la autoliquidación, viviéndote al compartir deseo-ternura y existencia en el magisterio del amor y la amistad. A orillas del Ebro, el cierzo cincela las palabras con su voluntad de matemático escultor, lejos de la ebriedad conceptual. El poder de los clanes condiciona, aturde pero nunca derrota la autoridad de lo afectivo que en vuelo de águila avistadora sobrevuela la batalla campal de las vanidades. Humana es la poética de Fernández Moyano, creíble en su vínculo solidario con la humanidad tan sofocada por tiempos de vida instantáneamente fotografiada. Tiempo interior que pide tiempo para maravillarse ante el futuro que se avista tras el zarzal.


Carlos Villarrubia


--Carlos Villarrubia: Periodista, escritor, letrista y autor multimedia.


EL ARTE DE ESPERAR (por Carlos Villarrubia)



Al hilo del poemario La voz en la memoria de R. F. Moyano

Como en el cuadro de Magritte, los dí­as crecen bajo el imperio de las luces. El latir del Universo sobrevive al aguijón continuo de la muerte. Todo renace y una vaso de verbenas puebla el jardí­n deshabitado. Ricardo Fernández Moyano, en La voz en la memoria resucita palabras, mira cara a cara a la desolación atando fuerte el hilo invisible que nunca se rompe, el de la raí­z-madre,
el de la casa-cuerpo; la callada sinfoní­a de la ternura que nos dio la vida. En la ruta de las evocaciones blancas de Cernuda -"Birds in the night"- se atreve a cruzar la puerta del misterio. Aún podemos subirnos como legendarios orates a las azoteas para cantar el "Get back" como The Beatles en la pelí­cula "Let it be". Tal vez, Harrison, en su vuelo de guitarras, encuentre algo familiar que enlace rutas en el cielo con los poemas de Ricardo. "What is life" y todas las cosas pasan sin que a menudo -como escribe el amigo Aute-"Rocemos ni un instante la belleza". Salvamos -entre mesas camillas y vuelos de navegante cibernético- el placer de la pausa, el dulce y respetuoso silabeo que deja hablar al silencio. Fernández Moyano sabe escuchar, está acostumbrado como el maestro José Bergamín a "esperar esperando", y en la estela de José Ángel Valente, a demorarse en el advenimiento de la aurora engendrada por la noche. La calma es producto de la depuración de la ansiedad. No viene de un abracadabra hechicero; hay que domar excesos verbales para que el poema ofrezca este activo reposo de la móvil quietud como nos enseña Marí­a Zambrano.

A rachas golpea el instinto de la destrucción, pasos en la niebla, damas del alba; trampillas exquisitas para rendirnos ante el peso del mundo. En la escuela del haiku, Ricardo ha crecido en la humildad de lo esencial como reclamaba César Vallejo. Sólo lo que del alma nace amanece mágicamente dispuesto a modo de poema. Sin arquitecturas previas, sin piruetas de arlequí­n. Acuden la mística, Pedro Salinas, Jorge Guillén y el tictac rí­tmico de José Hierro a dar ví­nculo conceptual al poemario. Adiós al agobio, el reloj no nos desborda. Sentamos en la mesa a lo oculto porque vivimos en la transparencia de lo invisible y no nos ahogamos en el miedo.

Más ligeros, sin más carga de recuerdos-rastrojo, de palabras heridas recibimos el mensaje de reconciliación con la vida que respiran los poemas de Ricardo. En su álbum de instantes siempre queda lugar para ver la vida pasar... y sentir y sentirse sentidos... y existir nuevamente vividos.

Al vací­o el olvido, al desván la tristeza y en el óleo una foto de quien siempre espera, la madre-raíz-Naturaleza, la tradición del amor siempre luz en lo oscuro, siempre caricia nunca derrota porque prevalece la vida.

Carlos Villarrubia, verano 2009

Presentación de Transparencias en Albacete


Antes de entrar de lleno en el asunto, quisiera hacer unas observaciones sobre lo que, a mi juicio, no debe o no debería ser la presentación de un libro. Primeramente, no debería reducirse a una mera operación comercial en la que se solicita la intervención de un escritor famoso o intelectual de reconocido prestigio para que, con su sola presencia, y en muchos casos con sus excesos laudatorios, avale y propicie la venta de un determinado producto editorial, a veces de dudosa reputación literaria.

Tampoco, incluso a pesar de que sea legítimo, debería servir de motivo o pretexto para que el presentador se embarque en especulaciones más o menos brillantes, intrínsecamente valiosas, pero cuyo interés radica en algo difícilmente conciliable con la obra que dio pie a tales aventuras. Es un deber elemental de cortesía. Por último, hay que evitar, en la medida de lo posible, todo juicio de valor, ardua tarea ésta, pues como afirma Borges de los prólogos, también la presentación de un libro puede ser una forma subsidiaria, una especie lateral de la crítica.

En un acto de estas características el único y absoluto protagonista debe ser el libro. No ocurra como en tantas inauguraciones de muestras pictóricas en las que son los cuadros, probablemente con ironía y resignación, los que contemplan la feria mundana de los supuestos espectadores. Del autor, sólo la información indispensable sobre todo si ya es bastante conocido. por lo que respecta al presentador, debe ceñirse al libro, eliminando toda veleidad y lucimiento de estrella para tender, si es que puede, a lo invisible. No voy a extenderme más sobre esta cuestión por coherencia con el segundo de los principios citados, así que paso sin más dilaciones al objeto que nos ocupa.

Ricardo Fernández Moyano, poeta albaceteño, de Minaya, aunque residente ahora en Zaragoza, había publicado anteriormente, editado por la Diputación de Albacete, Tras la huella del tiempo, un cuaderno con el suficiente número de poemas como para no considerarlo una simple plaquette; poemas la mayoría de corte amoroso, en los que podíamos leer algunos versos excelentes, por ejemplo éstos: “Pero tú no lloras / tiemblas en la tempestad de un / susurro”, o “Y ahora, / a un paso de tus ojos / contigo todo tiene nombre”. Este cuaderno era un adelanto, un borrador del libro que hoy presentamos, aunque unitario y con entidad propia. Transparencias se inicia con una cita de Ángel Guinda, que proporciona el título al libro y dice: “Desde el olvido emito señales / transparentes de ausencia, que el misterio / propaga, para poder seguir viviendo.”, y concluye con unos versos de Javier Salvago: “Todo lo que has vivido te advierte y te revela / justo que estas cruzando la invisible frontera, / donde el tiempo se vuelve de espaldas y comienza / la cuenta atrás: de un reino de previstas sorpresas”. En estas dos citas queda condensada sucintamente la situación desde la que Fernández Moyano escribe. Se trata de una situación fronteriza, y el libro transparenta las señales de un naufragio existencial, el naufragio que todos padecemos cuando pisamos el umbral de la madurez. Es el momento de la pérdida – para decirlo con la famosa expresión de Wordsworth – del "esplendor en la hierba” y del ingreso en el árido paraje del desgaste y la rutina, cuando ya el futuro se presiente como un insulso reino de previstas sorpresas. Pero el hombre que nos habla en estos poemas está lejos de amilanarse o rendirse, y mucho menos de caer en las simas de la desesperación. Dotado de una voluntad indomable de supervivencia y de un vitalismo exasperado que, a veces, linda con el irracionalismo, se mantiene a flote en medio de los fragores de la tormenta. cuenta para ello con ciertas ayudas inestimables, con tres diques alzados contra la riada devastadora del tiempo: el recuerdo de los días felices, el amor presente y la presencia luminosa de la poesía. Sabe, no obstante que los recuerdos no bastan; que sumirse en el pasado no es suficiente, ya que “morir es sólo vivir en el recuerdo”, y se entrega a una apasionada exaltación del Carpe diem. En el poema “Ahora”, el penúltimo del libro, pero que merece ser el broche final, funde eficazmente este motivo con el de su fe en la poesía y puede exclamar con versos jubilosos y un orgullo entrañable: “Sólo se vive un día, éste / que ahora lees gozosa / estos versos que hay en tus manos”.

Sorprende en este libro intimista y autobiográfico –aunque poco anecdótico, pudoroso, reticente – el escaso empleo de la primera persona, del yo, sustituido en una buena cantidad de poemas por la segunda y tercera persona del singular. Creo que obedece a un afán de objetivación y a las raíces cordiales, solidarias, de las que parte Fernández Moyano. No hay que olvidar, en este sentido, la breve poética que sirve de pórtico a estas Transparencias, donde el autor declara que el último fin de su poesía es “acompañar soledades”.

No es un poemario de imágenes brillantes, ni de gran aparato verbal. Su lenguaje tiende a la desnudez. “En el alféizar” y “Resurrección”, dos de los poemas que más me agradan del conjunto, por su tono admonitorio y la austeridad de su estilo, me recuerdan, salvando las distancias, algunos de Cavafis, como éste que empieza: “Si imposible es hacer tu vida como quieres, / por lo menos esfuérzate / cuando puedas en esto: no la envilezcas nunca / por contacto excesivo / con el mundo que agita movedizas palabras... Etcétera, etcétera.

Hay poetas de una precocidad inusitada, que parecen nacer con el oficio ya aprendido, dueños de la retórica precisa y adecuada para sus fines; otros de maduración tardía, a los que les cuesta encontrar ese punto de equilibrio entre el poeta que son y el artista indispensable que dé plena eficacia a sus proyectos; y otros, en fin, que corren el riesgo de sucumbir aplastados bajo el peso deslumbrante del artífice que llevan consigo. Nuestro autor, aun contando con poemas satisfactorios en los que el poeta y el artista se enlazan armoniosamente, pertenece sin duda al segundo de los grupos mencionados. Es, por ahora, más poeta que artista. Y esto se manifiesta en diversos aspectos del libro como por ejemplo en la inclusión de algún poema ingenuo bienintencionado, o en una peligrosa propensión al ternurismo. No importa. Ricardo es consciente de que el arte es una larga paciencia, un lento aprendizaje (años de aprendizaje fue el título que un gran poeta catalán contemporáneo puso a sus obras completas); que un poema es, con frecuencia el borrador de otro poema, como un libro es el borrador de otro libro, del Libro con mayúsculas, del libro inaccesible.

Confío en que Ricardo subsanará esos defectos en futuras entregas y le deseo que cuando alcance cotas artística irreprochables, tenga el coraje y reciba el don de comenzar de nuevo, de recuperar la mirada virgen, de seguir escribiendo con la sabiduría de la inexperiencia; que pueda decir con Ives Bonnefoy, en un verso de resonancia oriental, “la imperfección es la cima”.

José Luis Parra

 

lunes, 18 de abril de 2022

Presentación de TRANSPARENCIAS en Madrid

 


Centro Cultural ACCAI, MADRID 20 de junio de 2002

 

Buenas noches. Antes de nada quiero felicitar a Ricardo por el estupendo libro de poemas que viene hoy a presentarnos aquí a Madrid, al tiempo que agradecerle su invitación a participar en esta mesa con tan buena compañía. Tal como ya en su título anticipa (palabra que a su vez se ha extraído de la cita de Angel Guinda, con la que se inicia el libro) "Transparencias" deja bien clara la intención de su autor: abrirnos las puertas de su casa y ofrecernos acomodo en el cálido espacio de su soledad. Estamos ante un libro en la más pura tradición lírica. Nada de artilugios o experiencias vanguardistas. Ricardo escucha en soledad las enseñanzas del misterio que le rodea y, al tiempo que se interroga y responde, envía generosamente el resultado de la investigación a quienes, también desde nuestra irresistible soledad, damos por bienvenidos toda clase de saludos. "Diálogo de soledades" dice el mismo que es el fin último de su poesía.
Pero no es, en absoluto, un discurso desgarrado o malherido el suyo. Nada de lamentos artificiales o innecesarios. Todo lo contrario: Ricardo ama esta soledad que hace posible crear en cada uno de nosotros una entidad original y en continua evolución. Sólo desde ella es posible estimar en su justa medida el valor de la realidad que nos rodea y poder, con algunas posibilidades de éxito contribuir colectivamente en su mejora. Poesía vitalista, por tanto, que nos acerca a un espacio particularmente cálido, acogedor, familiar.
Poemas breves la mayoría de ellos, construidos sobre un lenguaje cotidiano, claro, directo, que no por sencillo en su decir le habrá sido fácil de elaborar, pues nada más difícil condensar la complejidad de una argumentada emoción en un caprichoso pero indispensable juego de palabras. Ricardo sabe que la expresión exacta llegará en el momento en que la memoria del sentimiento la haga brotar, y es que para decir algo con claridad, primero se ha de tener claro lo que se quiere decir. No es un secreto para Ricardo que existe una estrecha relación entre lenguaje y pensamiento, entre la belleza y la verdad de lo verbalizado y conoce, como decía mi paisano Altolaguirre a propósito de Bécquer, que la raíz de la verdadera poesía se nutre siempre de "la inteligencia amorosa de los hombres". Mucho amor se desprende de los versos de Ricardo: a la madre, a la mujer, al hijo, al lector anónimo y poeta venidero... (No a un paisaje concreto, sino a la Naturaleza con mayúsculas, como ejemplo máximo de cualquier manifestación artística: La alfombra de hojas en el otoño, el vals que organizan los árboles con la brisa de la mañana). Poesía panteísta, que requiere y exige lo mejor de cada uno de nosotros, pero que no excluye a nadie. La vitalidad de estos poemas no supone rasgo alguno de ingenuidad. Así, en uno de los poemas que dirige a su hijo dice: "Aunque la vida es dura, dale tu duro a la vida". Poemas valientes, expresados en la colectividad, entendiendo esta como una suma de lúcidas y generosas individualidades.
Vemos aparecer a lo largo del libro un ramillete de populares simbolismos: naufragios, partidas de ajedrez, relojes, licores embriagadores... Pero, sobre todo, ESPEJOS. Son muchísimos los versos en los que esta imagen clásica de la porfía entre el deseo y la más cruda realidad salta a los ojos del lector. Espejos que a veces son crueles por su descaro, pero a los que el poeta siempre estará agradecido, como símbolos del más íntimo amigo, del más fiel cronista de ese complejo objeto que le presentamos cuando nos situamos frente a él. La vida en su conjunto es el material con el que trabaja Ricardo. Vida que, evidentemente, incluye a la muerte, y la supera a través de esta sorprendente manifestación humana que es la palabra y que persiste la vida de lo nombrado de quienes en el futuro tengan acceso a ella. Nada más vivo que la vida de la memoria, y así lo hace saber en el poema que dedica a los enfermos de Alzehimer. "Aunque mueras no dejarás de vivir".
Paradoja esta de la vida de la muerte y viceversa, a la que Ricardo gusta de acudir (un rasgo de entre los muchos que comparte con nuestro amigo y muy citado en el libro Ángel Guinda). Y entiendo que también debe estar orgulloso de sus afinidades con el murciano Sánchez Rosillo y con ciertas posiciones del sevillano Salvago (más complejo y barroco que los anteriores como buen andaluz). Poetas todos ellos de enorme honestidad y originalidad a la hora de sanear por escrito sus emociones y que no casualmente han despertado la atención de Ricardo. Para terminar (porque no es éste el momento de extenderme en las muchas cualidades que encierran estos poemas ya que van a ser leídos a continuación) sólo agradecer en nombre de todos los verdaderos aficionados a la poesía la generosidad y valentía de Ricardo en versos tan rotundos como estos: "Vivir es morir un poco cada día" pero, "nacer, morir poco importa" porque "Sólo vivir es importante".

Muchas gracias.

Agustín Porras