domingo, 30 de abril de 2023

Con la cabeza clara y el casco de Minerva

 



ON THE WALL


Lamento que este hogar no sea humano,

que sucumba la luna en los relojes, 

mientras en el perfil impenetrable

de los muertos, se esconde la codicia.

Lamento que los íntimos se maten

por el color de una insignia,

entre ruinas de amor y fango, 

oculto el corazón en los incendios.

Lamento que haya losas sin espinas

y estandartes dormidos sin farolas,

alaridos de muerte en el silencio 

de madres desgajadas de sus hijos.

Lamento que las águilas 

no compartan su miedo y dolor, 

ni se solidaricen con los necios 

que estercolan el mismo suelo.

Lamento que no haya un hombre

que grite en el desierto de los templos,

ni en las vitrinas del pánico

se escuche el temblor de los huérfanos.

Falta tanta ternura,

que ya no puede mi garganta 

rugir más alta su cólera,

y muere en el exilio de un lamento.


***


ZARAGOZA DELICIAS


El taladro atraviesa tímpanos,

una sombría voz 

repite eternos mantras.

Nadie parece 

sentir 

el dóberman del tiempo,

rostros de barricada.

Las marionetas 

cuelgan sobre los muros.

Una mujer de rasgos árabes,

pañuelo azul a la cabeza,

se atrinchera tras su equipaje;

impaciente por el andén,

una muchacha joven,

con el niño en los brazos,

ojea los paneles.

Los adioses, licor de olvido.

De Zarzal, Amargord 2015

***

Hoy cruzas el umbral

con un temblor en tu sonrisa

descubres en el paladar

el rescoldo metálico del odio,

sigues algunos pasos,  

pupilas de ceguera te atraviesan,

congelan tu mirada.

El amor compartido tantos años

ahora no puede aliviar

la amenaza que acecha.

Te acurrucas en un rincón

con el anhelo de que todo 

sea mentira,

hasta que vuelvan al abrazo

las manos que golpean.

***

Visto desde lo alto,

parece ser el mundo 

un puzle con sus piezas encajadas,

un prisma con teselas de cristal.

No hay muros, ni fronteras,

las personas, hormigas

que acuden a su campo cotidiano

sin más afán que la costumbre.

Pero cuando te acercas,

descubres los contrastes:

un mendigo harapiento

cubierto de periódicos;

pulcros ejecutivos trajeados

consultan su portátil,

y el tranvía conquista las aceras,

cuajado de viajeros.

A poco que caminas,

adviertes adoquines levantados

o miradas perdidas en la calle.

Nadie parece amar a nadie,

y la vida trascurre 

con su monotonía:

lluvia tras los cristales.


De El filo del no, Imperium 2020

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