miércoles, 29 de abril de 2009

OÍR LA LUZ

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Eloy Sánchez Rosillo es Profesor de literatura española en la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia, obtuvo el Premio Adonais de 1977 con su libro Maneras de estar solo (Ediciones Rialp, Madrid, 1978), que lo dio a conocer en la poesía española contemporánea. Ha publicado posteriormente otros seis libros de poemas: Páginas de un diario (El Bardo, Barcelona, 1981), Elegías (Trieste, Madrid, 1984), Autorretratos (Ediciones Península / Edicions 62, Barcelona, 1989; segunda edición, mismo año), La vida (Tusquets Editores, Barcelona, 1996; décima edición, 2008), La certeza (Tusquets Editores, Barcelona, 2005), al que se le concedió el Premio Nacional de la Crítica correspondiente al año de su publicación, y Oír la luz (Tusquets Editores, Barcelona, 2008). Quiero recomendaros desde aquí su último libro, Oír la luz, que ha sido una sorpresa para todos sus seguidores. Si ya nos pareció que había alcanzado techo con La Vida por su profundidad y madurez, nos dejó boquiabiertos con La Certeza donde superó todas las expectativas y ahora se ha vuelto a superar a sí mismo con este su último libro, de una lucidez y serenidad exquisitas. Hay que tener mucha paz interior y serenidad de animo para entenderlo en su totalidad pues para Eloy ser poeta no es sólo escribir versos, es su manera de vivir, su manera de entender la vida. Enhorabuena maestro.
 
 

PORQUE NADA TERMINA -Ramón Gaya- (de Eloy Sánchez Rosillo)



Es preciso que todo en apariencia acabe
para que al fin comience.
Sólo entonces los hechos
de nuestro acontecer desordenado
adquieren poco a poco
la rara consistencia indestructible
del sueño o la leyenda; sólo entonces podemos
comprender lo vivido, completarlo,
y soñar sin temores ni asechanzas,
interminablemente,
la maravilla cierta del vivir.

Cuando pienso, Ramón —después del trance
natural de tu muerte—, en los años aquellos
en los que coincidimos en el mundo,
siento que me estremece
el misterio absoluto que es la vida.
Qué suerte para mí tan inmensa y extraña,
inexplicable y misericordiosa,
fue el que nos condujeran nuestros pasos
—a través de avatares cuyo oculto sentido
cifrado permanece—
al día y a la hora y al lugar
en que nos conocimos;
y qué providencial para el que soy
resultó que en sí mismo llevara nuestro encuentro
la bendita semilla
de una amistad tan larga y luminosa.
¿Es esto mero arbitrio
de la casualidad? Es destino y enigma.
A cierta edad, un hombre no se engaña
y sabe lo que ha sido en su existencia
de veras decisivo. No ignoro que sin duda
tú en la mía lo fuiste,
y es imposible y triste imaginarla
sin tu ejemplo constante,
y sin la relación tan duradera
que mantuve contigo y con tu obra.

Sí, yo he estado muy cerca muchas veces
de increíbles prodigios.
Vi surgir tu pintura del abismo del lienzo
y pude contemplar cómo sus formas vivas
lentamente empezaban a respirar despacio
al llegar a este mundo.
Con frecuencia, asimismo,
sabía del fulgor de tus escritos nuevos
antes de publicarse,
y tuve el privilegio de escuchártelos.

Tu obra es patrimonio
de cuantos quieran que les pertenezca.
Pero, además de compartir tan fértil
y tan bella heredad con los que la hacen suya,
yo fui también testigo de tu vida,
y eso sólo unos pocos lo hemos sido.
Ineludible obligación gustosa
y legítimo orgullo
mueven y moverán mi ánimo y mi lengua
al testimonio fiel.

No encuentro en la memoria
lances que te afectaran
y en los que tu persona rayase por debajo
de ti, de la alta imagen
que en quienes te tratamos proyectabas.
Hondura y gravedad no te impedían
ser diáfano y alegre. Nunca he visto
a nadie menos dado a complacerse
en sus propias miserias y desdichas,
aunque al igual que a todos,
e incluso más que a muchos,
la angustia y la tragedia te salieran al paso
y en tu ser pretendieran en vano agazaparse.
Severo y exigente contigo y con los otros
hasta extremosos límites,
mas generoso y comprensivo al cabo,
sin componendas ni renunciaciones.
Ahora estoy acordándome de tus ojos vivísimos,
que hasta el fondo miraban con rigor y ternura.
Y recuerdo tu voz tan íntima y serena,
tu voz que por costumbre, sin excepciones, iba
a buscar las palabras
hasta el origen mismo sagrado de las cosas.

Nada de cuanto digo
se extingue con tu muerte.
Tras esa puerta estrecha, oscura y necesaria
que un día atravesaste,
continúa el camino, ya sin riesgo ninguno
de que discurra por lugar baldío
ni de que, como pudo suceder,
nos resultara ajeno su trazado.
Que los muertos entierren a sus muertos
y la ceniza vaya a la ceniza.
Tu luz y tu verdad
entre nosotros siguen
y han de seguir, tan vivas y tan puras
como en cualquier momento,
limpias de escorias y de contingencias.

Es preciso que todo transcurra y se remanse,
que al parecer concluya para que al fin empiece.
Porque todo está siempre comenzando.
Porque nada termina.
Eloy Sánchez Rosillo
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7 comentarios:

Amalia,Alma de mar dijo...

Gracias,y muchas, por apoyarme el martes, día 28 en el Recital de los clásicos que se celebró en el Corte Inglés. A tí, a Chema y a David que también asistieron dándome ánimo, sobretodo teniendo en cuenta que soy nueva en esta plaza y que lidiaba junto a dos grandes espadas como son Fernando González y Luís Trébol.
Espero que también asistas el día 8 de mayo a la presentación del libro de José Antonio Labordeta que tendrá lugar en el Centro cívico Alberto Duce del Actur.
Allí se leerán algunos fragmentos en los cuales tomaré parte.

Ricardo Fernández Moyano dijo...

Gracias a ti Amalia, estuviste magnífica. Sintiéndolo mucho no te podré acompañar el día 8 porque trabajo de tardes.

Un beso.

MiLaGroS dijo...

Precioso el poema Ricardo y muy interesante todo lo que compartes en tu blog. Un beso gran poeta. milagros

Marisol Cragg de Mark dijo...

¿Será que este libro te inspiró para escribir tan hermoso homenaje a tu amigo Ramón? Me he perdido en tus letras. Soy una rendida admiradora tuya. Recibe un cordial saludo desde Berlín.

MarianGardi dijo...

Ricardo, gracias a ti tenemos informaciones muy interesantes.
Todo mi agradecimiento y un abrazo

Liliana G. dijo...

Si la trayectoria literaria de Eloy Sánchez Rosillo me ha admirado, no puedo más que reconocer en su poema la exquisita sensibilidad que guía sus palabras.
Éste no es un poema más de homenaje a un amigo que se ha ido, es el reconocimiento de la amistad en su punto más elevado, el dicho justo, puntual, sin el verso florido sino sujeto a una realidad tangente y sin embargo rico y soberbio.
Te agradezco esta entrega Ricardo, a mí me abre un abanico de significados.

Abrazos.

Ricardo Fernández Moyano dijo...

Gracias amigas, ya sabéis que desde hace mucho tiempo considero a Eloy mi maestro en estas artes y ahora tendré el privilegio de tenerlo en Zaragoza por unas horas.

Un beso